Capítulo Treinta Y Dos

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Henry llama a la puerta del apartamento de Estela. Fue dada de alta hace unos días, pero aún tiene la pierna en vuelta en una escayola por las fracturas que sufrió, según escuchó talvez nunca pueda volver a bailar.

La chica abre la puerta y pone cara de hastío  al verlo, pero de todas formas lo deja pasar. Tal vez lo hace por que desea compañía... sin importar de quien sea. Fue el único del teatro en ir a visitarla en el hospital y probablemente esta también sea el único que ha venido a su casa desde que fue dada de alta.

—¿Cómo estás? —pregunta tomando asiento junto a ella en el sofá frente al televisor encendido.

La pregunta es por mera cortesía; pues al verla de arriba abajo se da cuenta de que no está nada bien. La sensualidad y sofisticación de las que solía alardear la han abandonado. Tiene el pelo anidado, los ojos llenos de ojeras y hasta a perdido un poco su esbelta figura.

—¿Tú como crees? ¡Arruinada! —exclama.

—Oye cálmate, no te ves tan mal —miente.

—Sí viniste a burlarte de mí te puedes ir largando.

Intenta subir la pierna escayolada sobre una mesita de cristal, pero le cuesta algo de trabajo. Henry se apiada de ella y con un movimiento la ayuda.

—No vine a burlarme —dice mirándola a los ojos con seriedad—. Quiero tu ayuda para vengarnos de quien te hizo esto.

—¿Del maldito albino? —Henry asiente—. No te necesito para eso, ese infeliz incompetente no sabe lo que le espera cuando me recupere.

—Podría ser más peligroso de lo que piensas.

—¿A que te refieres?

—A que puede que su intención en realidad haya sido matarte. También puede que haya matado a Jordan y a Diana. —Estela lo mira con incredulidad y mueve la cabeza de un lado a otro sin poder entender.

—Pe... pero es solo pobre idiota, como es posible que pienses que... —Se ve pálida y afligida por lo que acaba de escuchar.

—Escucha, ese sujeto es un maníaco. Tenemos que acabar con él antes de que mate a más gente... antes de que te mate a ti.

—¿Porqué crees eso? ¿Qué pruebas tienes? —inquiere la bailarina.

—No tengo pruebas... aún. Pero estoy seguro de que fue él. Estaba obsesionado con Diana, y mira lo que fue capaz hacerte. ¿Qué pasa si decide terminar el trabajo?

Henry sabe lo vengativa que puede llegar a ser Estela, por eso quiere convencerla de trabajar juntos. Confía en que no le costará mucho después de casi dejarla lisiada. Necesita tener aliados poderosos para sacar a ese monstruo de su camino antes de que él sea el próximo.

Su plan es simple, Félix se encargará de hacerlo confesar y luego Estela lo hará desaparecer. Él se encargará de que así sea sin ensuciarse las manos.

—Quiero pruebas de que lo que dices es cierto. Planeo que mis abogados lo dejen en la calle por esta negligencia —dice apuntando a su pierna—, pero si en verdad planeaba matarme entonces yo lo acabaré con mis propias manos.

"A sido declarado culpable y enviado a prisión por quince años Oscar Vermont, el hombre de treinta y cuatro años que fue acusado de liderar un secta llamada el club de los amores imposibles, donde convencía a las personas de secuestrar a aquellos por los que tuvieran algún interés romántico y que no les correspondieran..."

Henry escucha con atención lo que narra la mujer de las noticias. No sabe por qué, pero cree que talvez ha entrado la prueba que tanto Estela como Félix le piden para desenmascarar a Ulises.

El club de los amores imposibles (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora