CAPITULO 7

657 76 1
                                    

El sonido de la comida cocinándose al fuego y de Alan picando un tomate mientras yo picaba la carne era lo que se escuchaba de fondo cuando hablaba con Alan de su día.

—Nunca me había asignado a calidad, pero es bueno: necesito tener presentes todas áreas cuando me ceda el control... Por cierto, tengo algo para ti. —Lo miré, cuestionándolo, al ver que enjugaba sus manos antes de irse a la habitación.

Seguí picando y eché la carne a la sartén para que se sazonara con la salsa que había estado antes en el fuego. Me sequé las manos cuando Alan volvió.

Lo miré confundida cuando me tendió una tarjeta bancaria.

—¿Para qué me das tu tarjeta?

—No es mi tarjeta... o sí, pero también tuya... Ya sabes, gastos familiares. —Comprendí al instante. Lo miré seria.

—Alan... —Me tomó de la cintura, subiéndome a la encimera para que tomara más altura y nuestros ojos quedaran más nivelados.

—No tienes que hacer uso del dinero, Abril, solo es una manera de sentirme más seguro. Solo tómala, si quieres comprar algo y usarla, úsala, si quieres meter dinero en ella también lo puedes hacer. Es algo que se ha hecho por un tiempo en mi familia, por favor. —Suspiré, pero acepté hacerlo.

—¿Cuánto dinero tiene tu familia, Alan? —Se encogió de hombros.

—No lo sé.

—Tengo la sospecha de que sí lo sabes, pero no me lo quieres decir. —Sonrió, besando mi mano.

—Tiene el suficiente y un poco más.

Bien, esa respuesta viniendo de él significaba que tenían bastante. No era algo sorpresivo, ya lo había imaginado desde la primera vez que entré a la casa Lee, al ver los autos de los integrantes, y la primera vez que fui a la sede principal de la constructora que, luego de un tiempo me había enterado, tenía dos sedes. Además, siempre tenían proyectos en construcción y en venta, así que sí, me podía hacer una idea, aunque ninguno de ellos derrochara dinero o clasismo.

—¿Puedes revolver la carne? —pedí al recordar que estábamos cocinando. Él asintió y lo hizo antes de volver donde mí. Lo abracé—. ¿Cómo comenzaste en la constructora?

Alan se rio.

—Desde ventas. Mi padre me pagaba por comisión, por lo que tuve que aprender a vender si quería ganar un buen dinero para un chico de quince años, pero pasaba mucho tiempo con él, así que comencé a aprender de él, a hacer diseños, a acompañarlo a sus reuniones y todo eso, así que luego pude ir ascendiendo, aunque eso sí ya lo sabías.

Asentí. Me bajé y volvimos a lo que estábamos haciendo antes: nuestra cena.

Le di una mirada a mi esposito, vestido solo con un pantalón chándal. Suspiré.

—No me has dicho cómo te fue a ti. —Mordí mis labios antes de responder.

—Me fue bien. No salí, hice poco en realidad.

—¿Entonces qué pasó para que me hayan cambiado a mi feliz esposa por una pensativa? —Reí un poco, aceptando lo que él había picado para una ensalada.

Alan comía mucho, era obvio, pero eso lo sabía desde hacía más de un año, al igual que sus comidas, incluso la cena, siempre eran grandes. No me molestaba precisamente porque podíamos tener momentos como ese mientras cocinábamos o cocinaba alguno de los dos.

—Bueno, no te había contado que hice el examen de admisión para la universidad. Hoy llegaban los resultados y... —En cuanto me escuchó tomó lugar a mi lado, recostando su cuerpo en la encimera y cruzando los brazos. Solo le di una mirada antes de volver a lo mío, sintiéndome cobarde.

Lunas de plataWhere stories live. Discover now