CAPÍTULO 12

723 78 0
                                    

Dejé mis llaves en la mesita, escuchando con atención para saber dónde se encontraba Alan, aunque cuando levanté los ojos del suelo, solo vi una luz prendida: la cocina. Tomé valor antes de caminar hasta allí, para despedirme de mi esposo por un tiempo indefinido.

Llegué a la cocina, sin casi hacer ruido. Alan me daba la espalda y siendo sincera me daba un poco de miedo acercarme sin que se diera de cuenta, por sus reflejos, aunque suponía que ya había escuchado entrar. Si no estaba tan metido en sus pensamientos como para bloquear los sonidos, sí lo habría hecho.

Carraspeé para llamar su atención mientras me acercaba por detrás de sí para abrazarlo.

—Pensé que te ibas a demorar más.

—Yo también lo pensaba —dije por lo bajo, apoyando mi mejilla en su espalda y cerrando los ojos. Lo iba a extrañar; no sabía cuánto tiempo estaría con Serene, pero, aunque fuera solo un día extrañaría escucharlo, tocarlo, besarlo y que hiciera todo eso conmigo—, pero se presentó algo que me hizo venir más rápido a casa.

Se dio la vuelta, agarrándome por la cintura y recostándose en el mesón.

—¿Qué sucedió? Tienes los ojos llorosos. —Mi boca formó un puchero inconsciente. Escondí mi rostro en su camisa, abrazándolo de vuelta de nuevo. Tomé aire antes de hablar, sintiéndome débil.

—Llegó el momento de irme con Serene. —Sus brazos se tensaron a mi alrededor. Sollocé, apretando más mi rostro en su pecho—. Quiero que esto acabe, no quiero alejarme de ti.

—Siempre podrías renunciar a ayudarla. —Negué con la cabeza. Me quedé un momento solo abrazándolo, escuchando el latido de tu corazón en mi oído mientras él se dedicaba a besarme en la cabeza. Al final suspiró—. ¿Sabemos cuánto tiempo estarás lejos? —Negué, para mi desdicha.

—Ni siquiera sé si debo llevar de mi ropa o tengo que usar alguna especial a prueba de magia —dije casi en broma, respirando su olor.

—Vamos, te ayudaré a empacar. —Intentó pasar por mi lado, pero agarré su mano antes de que saliera y lo miré con seriedad; él me devolvió la mirada, confundido. Tomé una respiración profunda, sintiendo dentro de mí que debía decirle algunas palabras.

—Tú eres mi lugar favorito, Alan: Siempre volveré a ti, pase lo que pase. —Tragó, sus ojos llenándose de lágrimas. Me jaló hasta él, pegándome a su cuerpo.

—No digas cosas que me hacen pensar que te estás despidiendo. —Reí.

—Es que lo estoy haciendo.

—Sabes a lo que me refiero... Quiero creer tus palabras, Abril. Quiero creer en ti, en nosotros; en que pasaremos por esta y podremos estás juntos, sin ningún inconveniente de este tipo.

Mordí mi labio luego de darle la razón. Alan me ayudó a empacar y juntos esperamos a Serene, quien a la hora que había dicho estuvo puntual, tocando a la puerta, aunque no tuviera necesidad de hacerlo. Me sorprendí cuando la vi con un pantalón y camisa, igual de elegante, pero prescindiendo de los vestidos son los que siempre la había visto, pero llevaba unos guantes similares a los míos.

Sonrió al vernos.

—Quiten esas caras, no estamos en ningún funeral.

—¿Y habrá alguno? —Ella lo miró, su semblante serio.

—Habrá muchos, otra cosa es poder decirte de quién... ¿Estás lista?

—¿Cuánto tiempo estará contigo? —preguntó Alan, abrazándome desde atrás, con mi mochila llena de mis cosas en su espalda. Me sentí una niña que se iría a un campamento.

Lunas de plataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora