Capítulo 2

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Alexandra 

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Alexandra 

Comenzó todo...en conteo regresivo.

6:00 am

   Me doy una ducha caliente para relajar mi cuerpo y liberar tensión. A veces me odio por eso, por no ser capaz de lidiar con problemas sin hacerme daño físico, obviamente no lo detesto más que al causante de mi trauma.

 A los dos años vi a un vecino degollar a un gato delante de mí. A pesar de que no tenga el recuerdo claro, mi cerebro lo grabó, y fue el detonante de lo que sería una vida llena de crisis y ataques. Con el pasar de los años ha disminuido levemente, pero sigo teniéndo estás reacciones cuando sucede algo muy intenso, principalmente en llantos duraderos o casos así.

 Ayer fue uno de esos días, puesto que pasó lo de Coco, y luego lo de ese sujeto.

 Me coloco el uniforme, cuando escucho el resonar de las llaves, dándome la señal de que mamá está despierta, por lo que bajo con urgencia.

No la saludo, ni siquiera digo algo, sólo corro hasta el patio.

—Ale...—Las palabras se quedan en el aire cuando atravieso el umbral de la puerta mosquitera. La tierra húmeda tiene un tono claro, debido a haberse movido ayer y está levemente elevada en comparación con el demás terreno.

 Con el corazón en la mano, y el dolor que me causa el recordar la muerte de Coco, y el remover sus restos, comienzo a escarbar, imitando las acciones del hombre de ayer.

—Alexa, ¿Qué estás haciendo?—Mi madre intenta detenerme, pero niego. Necesito saber si el hombre robó los restos de Coco, o si enterró algo en su lugar, o yo que sé. Pero fue bastante tenebroso verlo en la oscuridad, agachado aquí, moviendo la tierra.

—Un hombre estuvo ayer aquí— Le digo sin detenerme y entonces se aparta.

—¿Qué? ¿Un hombre?

—Pues si, estaba cavando justo aquí— Señalo mientras limpio el sudor que la fría mañana no pudo impedir que corriera por mi frente.

—¡Alexa eso es imposible! No pudo haber un hombre aquí—Espeta— ¡Deja de ensuciarte!—Me regaña.

—Entonces estoy mintiendo— Adorno mi voz con un tono sarcástico. Cuando comienza a sobresalir el pelaje negro, escarbo con más fuerzas.

—Puedo ser una alucinación —, Freno en seco, ante las palabras de mi madre.

—No me crees ¿cierto?— No responde, y no se hace necesario que lo haga porque ya comprendí todo.

—¡Alexa!— La cerca resuena con los golpes de Ann.

—Voy a abrirle— Mamá se va, tragando grueso.

  Más yo sigo, hasta que el cuerpo queda al descubierto.

 Ellas llegan, pero Ann no hace preguntas, supongo que mamá le habló de mis “alucinaciones”.

— ¿Ves que no era nada? A veces las pastillas cuando se mezclan con el sueño...— El intento de mi madre por alentarme y corregirse, es un total fracaso. —Voy a prepararles el desayuno —Siento sus pasos alejarse, y no volteo. Ann se pone en cuclillas a mi lado.

ALEXANDRA PIMENOVADonde viven las historias. Descúbrelo ahora