Capítulo 3

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Nos vemos al final del cap. No hagan spoiler y lean relajadxs

 No hagan spoiler y lean relajadxs

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Lágrimas y un...¿Suicidio?

La alarma suena, haciendo eco en la habitación y me apresuro a apagarla.

A lo mejor me estoy ahogando en un vaso de agua, esto sólo son coincidencias y mi mente sola se está creando un capítulo de CSI, pero a lo mejor no, y es por eso que ahora más que nunca debo ser sigilosa.

Me meto a la ducha; un baño corto pero necesario si quiero sobrevivir por el resto del día. Meto mis pies en las medias blancas hasta la rodilla, la saya color azul de cuadros blancos y una camisa blanca.

Que vivamos en un pueblo de campo no significa que seamos indios. Vivimos bien; hacemos uso de la tecnología, — aunque es menos influyente que en la ciudad, también se hace indispensable en nuestras vidas—, la ropa es...Normal, nada de faldas anchas hasta el suelo y blusas pequeñas. La mayoría viste con vaqueros ajustados y camisetas ceñidas, y en ocasiones especiales, vestidos.

Trenzo mis hebras café oscuras, haciendo una larga que me cae hasta las caderas y la acomodo en mi hombro izquierdo, mi peinado favorito. Mi cabello es una maraña relativamente salvaje que llega hasta el comienzo de mis muslos, creo que es lo más resaltante de mi figura, éso y lo exótico de mis ojos.

Escucho los cubiertos chocando contra vasos en la cocina, informándome de que mamá ya está despierta.

A eso de las seis y cuarenta bajo a desayunar. Saludo a mamá como si no pasara nada, como si un hombre no me estuviera atormentando, como si no temiera por nuestras vidas, mas no le digo nada referido a los acontecimientos anteriores, no quiero asustarla porque hay gran posibilidad de que ella tenga la razón y yo me esté volviendo loca.

En serio desearía que todo fuese obra de mi imaginación.

Desayuno en silencio, intentando por un segundo encerrar en un armario los pensamientos y temores que me abarcan.

—Nos vemos mi niña— Mi mamá me besa en la coronilla y yo repito su acción.

—Nos vemos mamá—La llamada de Ann me hace saber que debe estar esperando en la verja, por lo que me apresuro a salir antes de que me ahorque.

Cuando me asomo, no la veo. Es muy extraño, de repente me comienzo a asustar, ¿y si le pasó algo? ¿Y si la secuestraron? ¿Y si fue una llamada del secuestrador para pedir su rescate, y la ignoré? Una punzada me recorre la espina dorsal de sólo pensarlo.

Comienzo a llamarla y no contesta, aumentando mi miedo con cada pitido ignorado por su parte.

Camino unos pasos más cuando noto la calle abarrotada de personas. Eso era raro, qué raro, rarísimo, aquí la gente no se reune tanto. Casi me da un paro cuando veo una camioneta negra que sólo indicaba algo.

«Muerte»

Corrí hasta llegar a la reunión. No le presté atención al dolor de mis piernas, ni a los latidos reproduciéndose en mi cabeza debido al temor, el sentimiento que hace días está alojado en mi cuerpo.

ALEXANDRA PIMENOVADonde viven las historias. Descúbrelo ahora