Capítulo 13

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DEDICADO A IGNA, QUE SÉ QUE LO ESPERÓ MUCHO.

DEDICADO A IGNA, QUE SÉ QUE LO ESPERÓ MUCHO

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Los demonios de la noche.

Alexandra

  Cuando las chicas parloteaban sobre la dichosa fiesta, en mi cabeza se había establecido la imagen de una enorme casa, llena de adolescentes bebiendo y bailando, algo muy típico según describen las películas.

Jamás cruzó por mi mente, la realidad que se ubica a pocos metros de mí.

Un impresionante edificio de tonos oscuros y luces dispersas, dando un aire a lo que serían los famosos casinos de las Vegas. A kilómetros se nota que el sitio es privado y no precisamente barato.

—¿Qué es esto?— El asombro era evidente en mi voz.

—Un club nocturno— Contesta la rubia con obviedad.

—¿Son prostitutas?— No me contengo de interrogar a mis compañeras. Esa era la única explicación, puesto que sería imposible que tengan el pastal que debe costar la entrada, al menos Ginebra.

—Algo así— Mi prima se acomoda el escote y cruza su brazo con el de Rosie, dispuestas a encaminarse a la puerta principal mientras yo continúo con la mueca de la confusión plasmada.

—Evita soltar comentarios cristianitos— Aconseja Wendy, dándome un impulso para caminar, introduciéndome en lo más cercano al infierno en la tierra.

«Sal de ahí»

El viento, la oscura noche, el señor fornido de la puerta...todo parecía alertarme sobre un posible peligro, sobre el caos que se podría desatar si yo atravesaba esas puertas.

Sentí que la sombra de mi madre y mis tías me perseguían, la decepción clara en sus rostros mientras musitaban que lo hice, me dejé influenciar.

Me veía actuando mal, como si mis acciones no fuesen a tener peso futuro, no me fueran a costar la cordura...Y eso, era más alejado de la realidad de lo que en algún momento llegué a sopesar.

Una mentira.

Mis errores no caerían sobre otros, me destruirían a mí. Alguien iba a llorar, a derramar sangre y a sentir dolor, pero en el fondo, yo siempre terminaría peor, siendo la más afectada.

Cuantas cosas pasaron por mi mente, cuantos pensamientos cargados de advertencias que simplemente ignoré y catalogué como paranoia.

  Yo también puedo divertirme y cometer errores.

Me dije, intentando cambiar mis ideales, en los que yo no era como los demás, en los que me sentía diferente por las pesadillas, las terapias y medicaciones.

Alcé el mentón como toda una mujer segura, sin miedos ni garabatos que empañaran la imagen de normalidad que podía haber en la vida de cualquier adolescente.

ALEXANDRA PIMENOVADonde viven las historias. Descúbrelo ahora