Capítulo 10

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 Ley del sobreviviente

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 Ley del sobreviviente

Alexandra

El sonido del claxon me hace despedirme de mamá con urgencia e ir a abordar la patrulla de Aaron. Hoy Ann me avisó que su hermano nos llevaría a la escuela ya que está de pasada.

Se me hace muy raro que haya vuelto a venir, no suele visitar muy seguido a su familia.

No le presto importancia y termino abordando el asiento trasero del patrullero.

Dos días seguidos transportándome en una patrulla.

Eso me hace pensar en las chicas ebrias que cometen estupideces y terminan en la cárcel toda una noche.

Jamás me ha pasado, no soy muy fan del alcohol así que no he tenido ese tipo de experiencias.

—¡Aaron!— Lo saludo emocionada, lo conozco desde que era una niña y Ann y yo para molestarlo, nos poníamos a trastear su computador y dejarlo sin vidas en los juegos.

—¡Chiqui!—Responde igual de entusiasmado y le termino pegando en el hombro.

— ¡He crecido!— Me defiendo.

— Eres toda una jirafa— Expresa sarcásticamente y termino blanqueando los ojos.

Sí he crecido.

Él pequeño viaje transcurre entre risas, recordando las estupideces que hicimos cuando niños.

— Recuerdo cuando tu madre fue a mi casa— Dice aún conduciendo— Para decirle a mamá que la ayudara a calmarse porque cuando entró al baño tú te habías cortado una coleta— No pude evitar reírme — Luego comenzaste a llorar porque ella te quitó la tijera y no te dejó deshacerte de la otra también— Continúa con una sonrisa.

Tenía cinco años y tuve que aguantar a mi madre molesta de que yo andara con el cabello corto , ya que para emparejar mi cabello al final tuvieron que cortar la otra.

— Mi madre casi me mata cuando me vio— Confieso aún risueña.

Seguimos unos minutos más hasta que el auto se detiene, más no se apaga— Bien, hemos llegado. Chiqui, me quedaré unos días aquí así que cuando quieras pasas y conversamos un poco.

—Obvio — Necesito relajarme, y una velada con Ann y Aaron es diversión y cero estrés asegurado.

Cuando su hermano se despide y se va, Ann se engancha a mi brazo y comenzamos a caminar.

—Cuéntamelo todo— Exige.

—Ahora no.

—¡¿Qué?! ¡¿Por qué?! ¡Llevo toda la maldita noche como loca esperando este momento!

— En la cafetería nos camuflamos con el bullicio, aquí corremos el riesgo de que nos escuchen.

Asiente resignada.

ALEXANDRA PIMENOVADonde viven las historias. Descúbrelo ahora