Capítulo 8

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¿Coincidencias? No lo creo

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¿Coincidencias? No lo creo

El hombre que nos habló del “suicidio” de Melanie, Frederick el que está en nuestra lista de sospechosos se encuentra a poco más de dos metros de mí, observando con tanta atención la lápida de mi amiga que ni siquiera ha notado mi presencia.

—Oficial— Carraspeo, captando su atención. Me congelo al instante, me dedica una mirada tan fría y espeluznante. En seguida parpadea y se yergue, luciendo más profesional.

Me quedo anonadada, no me gustó su forma de mirarme.

Paranoia tuya, Alexa.

Me digo, tal vez estoy demasiado paranoica.

—Señorita...—Hace una pausa, en espera de que me presente nuevamente.

—Miller— Respondo, aún desconfiada.

—Miller— Repite— Qué gusto verla.

—Sí, honestamente no creí encontrarlo aquí— Me rasco la nuca, incómoda, sus ojos aún en mi mente.

—Oh, he venido a visitar a un familiar—Su voz es neutral, sin expresión, lo que me impide saber si miente o no.

—Sí, yo venía a ver a Melanie— Señalo con la cabeza la lápida, que se ubica a su lado. Él le echa una mirada rápida y vuelve a fijarse en mí.

—La estaba mirando ahora— Me dice lo que ya sé—Demasiado joven para morir, aunque bueno, hay cosas que son inevitables.

“No fue un suicidio, fue un homicidio porque el mundo me obligó a hacerlo”

Sus palabras me traen a la mente esa frase en el colgante de Melanie.

—¿Por qué lo dice?—Inquiero, algo expectante a su respuesta.

—Bueno, porque cuando una persona pierde los deseos de vivir—Sus palabras son como dagas afiladas que se clavan en mi garganta—No hay nada que las demás personas puedan hacer— Asiento, con lágrimas en los ojos porque me niego a aceptar que se quitó la vida. No ella. No mi Melifriend.—Si me disculpa, debo seguir trabajando.

Quiero detenerlo, hacerle las preguntas, pero, por más que quiera no puedo. La garganta me duele con el deseo de llorar que me ataca, porque sus palabras me duelen más de lo que quiero admitir. Es duro pensar que ella quiso irse, que se cansó de luchar contra algo que la hostigaba y nadie sabía.

—¿Por qué, Melanie?—Sollozo. Me seco las lágrimas y camino hasta su lápida. Sacudo unas cuantas hojas marchitas que yacen sobre el mármol y me inclino. Seco mis ojos y miro a mi alrededor.

—Eras feliz, yo sabía que eras feliz. Eso nos dijiste—Sorbo por la nariz— ¿Por qué mentiste? ¿Por qué fingiste estar bien cuándo estabas muriendo por dentro?—Sollozo— ¿Qué es lo que no sé y nunca quisiste que supiese, ah?— Mis hombros se sacuden con el llanto teñido de miedo y melancolía—Nunca me contaste que sufrías, Melanie. Yo...nunca lo noté. ¡Dios¡. ¿Qué clase de amiga soy?—Me cubro la cara, las lágrimas caen de mi mentón— Perdón, rubia. Perdón, te lo suplico—Me seco los ojos nuevamente, aunque es en vano, lágrimas brotan sin cesar.—¿Cuál es el misterio? ¿Qué está pasando? ¿Por qué dejaste pistas tan...turbias, misteriosas? Estoy segura de que ese hombre también te perseguía a ti porque, ¿qué motivos tendrías si no, ah? ¿Te suicidaste para no tener que lidiar con él?—Lanzo las preguntas al aire, intentando hallar respuesta a las incógnitas que simplemente, no la tienen—.¿También tendré que suicidarme?—Me pregunto, apretujándome las manos nerviosa.

ALEXANDRA PIMENOVAWhere stories live. Discover now