Capítulo 5

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Misión de Media Noche

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Misión de Media Noche

—¿Falta algo?— Pregunta Ann volviendo a revisar lo que preparó.

—¿Un plan?— Pregunto sarcásticamente. Estuvimos esperando hasta las 3:20 am para poder actuar, y ya todo está listo, incluso mamá está descansando, por lo que las probabilidades de que algo salga mal en el recorrido son mínimas.

— No hay mucho que planear— Responde confiada de la validez de sus palabras.—Por alguna extraña razón la ventana del cuarto de Melanie siempre se encuentra abierta. Además, no podemos demorarnos mucho— Le echa el ojo al reloj de su celular, percatándose de estar a tiempo— porque a las seis en punto Victoria se encuentra al pie de la escalera, lista para un gran día.

—¿Cómo sabes eso?— Formulo la pregunta qué llevaba tiempo haciéndome, que yo supiese Ann nunca había estado en aquella casa.

—En una pijamada que tuve con Melanie, me contó sobre lo madrugadora que era su mamá porque cuando despertamos la casa ya estaba ordenada y el desayuno listo. También me habló sobre la costumbre que llevaban de no cerrarse las ventanas para dormir— Dije “que yo supiese”. Sus palabras me llevan a pensar si Melanie también tuvo que clausurarlas como yo porque ese sujeto fisgoneó en su habitación. De haber sido así su madre lo hubiese notado, era una costumbre.

Ah, todo es tan...raro.

Nos echamos las mochilas al hombro, equipadas con linternas, horquillas para el cabello— En caso de necesitarse abrir una cerradura. ¡En las películas funciona!—botellas de agua y por supuesto, guantes de limpieza y un par de cuchillos de cortar verduras. Llevábamos el cabello cubierto por un gorro de lana, debíamos ser precavidas y no dejar cabos sueltos.

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Con sumo cuidado bajamos al piso inferior luego de cerciorarnos de que mi mamá estuviese sumida en un profundo sueño. Yo delante todo el tiempo pues a parte de ser la más sigilosa, esta era mi casa y la conocía tanto como a mí misma, por lo que la oscuridad no era impedimento para poder moverme entre las cosas sin siquiera rozar algo. La puerta mosquitera era de acceso fácil, razón por la que al final de la escalera que conducía a las habitaciones había una tosca pero bonita puerta de madera oscura, impidiendo el paso si no se encontraba abierta, la horquilla ya había comenzado a ser útil.

La puerta mosquitera nos conducía al patio trasero, rodeamos la casa por uno de los laterales y dimos con la entrada principal, la cual, obviamente, tenía la verja asegurada.

—Hay que saltar— Digo mientras me deshago de la mochila y la hago volar por los aires, atravesando la cerca.

—¿No pudiste tomar las llaves?— Me regaña poniendo los brazos en jarra.

—No lo pensé— Admito.

—Nunca he cruzado una verja— Dice con miedo.

La conozco, es torpe, tanto como yo. Comparto su desconfianza, pero como amiga debo transmitirle mi inexistente seguridad de que todo saldrá bien, ¿a quién voy a engañar? Es obvio que nos iremos de bruces al suelo.

ALEXANDRA PIMENOVADonde viven las historias. Descúbrelo ahora