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La gran puerta de madera se cerró con sumo cuidado. Las manos de un pelinegro estaban apoyadas suavemente en su superficie caliente por el sol mañanero para evitar que un ruido mayor fuera escuchado. Sus ojos se cerraron a medida que se daba la vuelta como si pestañear pudiera hacer algún ruido que delatara su locación en el mundo.

Cada paso fue despacio y cuidadoso, procurando no pisar alguna zona equivocada que lo condenara a ser descubierto. Las viejas maderas del establo rechinaban ante cualquier peso, él no sería una excepción. Lástima que, para una persona que era considerada la mala suerte reencarnada en un ser humano, ese acto, por más cuidadoso que fuera, no saldría bien.

—¿Minho? —Una voz sonó por detrás de su espalda y el susodicho se mordió el labio inferior aguantando una maldición. Había olvidado por completo que Jeongin era el encargado de cuidar a los caballos.

—Hola, Innie —saludó el mayor, dándose la vuelta para dedicarle una sonrisa al chico con ojos marrones opacos como los troncos de los árboles a mediados de un frío invierno en Enero.

El menor le devolvió la sonrisa, limpiando sus manos con un trapo blanco que luego lanzó a su hombro.

—¿Dormiste afuera? Tiene sentido que el lugar estuviera tan limpio. —Jeongin sonreía inocente, Minho rodó los ojos.

—¿Llegaste temprano?

—Ese es mi trabajo.

—¿Alguien estuvo antes aquí?

—¿Cuál es tu pregunta, Minho? —preguntó Jeongin con burla.

—No importa, gracias.

—¿Por qué tienes un antifaz colgando del cinturón?

Minho pasó por su costado ignorando su pregunta, Jeongin seguía sonriendo como si la situación fuera un cuento de comedia.

—¿Te importa si...? —Minho miró uno de los caballos con la intención en su cabeza ladeada.

—No, tranquilo. No le diré a nadie —aseguró el chico, guiñandole un ojo al mayor y se fue directo a la misma puerta por la que había entrado Minho—. Por cierto, yo dije que no le diría a nadie, pero si alguien se dio cuenta solo, no es mi culpa.

El menor se encogió de hombros, saliendo del establo con una sonrisa grande y sus mejillas manchadas en barro del mismo tono marrón que sus ojos y cabello.

Minho soltó un suspiro, sabiendo de qué estaba hablando el menor y esperó solo dos segundos antes de que la voz de aquella persona que tanto quería evitar retumbara en cada pared de madera que decoraba la casa de más de seis caballos distintos.

—¿Ahora robas caballos? —Chris habló a sus espaldas. Minho cerró sus ojos con fuerza, dejando salir un suspiro de sus labios y volviendo a acomodar su tensó cuerpo a causa de su fallida pasada desapercibida.

—¿Qué puedo decir? Tengo una nueva afición —soltó burlón el menor, relamiendo sus labios y subiendo y bajando sus hombros.

Se dio la vuelta, notando la presencia de Chris apoyado en un pilar de madera mirándolo de arriba a abajo con una ceja levantada y sus brazos cruzados en su pecho. El mayor frunció sus labios en una mueca extraña y luego soltó un suspiro cansado. Minho ya veía venir un fuerte discurso sobre su falta de responsabilidades.

—¿Vas al pueblo? —preguntó de pronto el mayor, haciendo a Minho abrir sus ojos en sorpresa.

—Solo quería salir un rato —admitió, dándose la vuelta para mirar a su caballo favorito del establo—. Felix está en el castillo y lo último que quiero es encontrarme con él.

Our Fairytale - [Minsung] [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora