XXXI

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La ventana se encontraba abierta, el aire de primavera entrando a través de ella, y a su vez, rodeando el cuerpo de Jisung, quien se mantenía sentado en el borde del marco de madera.

Su mirada estaba puesta en el jardín del castillo, sus piernas pegadas a su pecho cansado y sus manos abrazándolas como si en cualquier momento pudieran derrumbarse allí mismo y buscara que las piezas se mantuvieran cerca. Su mejilla apoyada en su antebrazo y su mente tan nublada como una tarde de otoño.

Jisung estaba demasiado perdido en sus pensamientos como para percatarse de que la puerta de la habitación había sido abierta hacía unos segundos. De cualquier forma, el bullicio que su cabeza solía tener adentro diciéndole repetidas veces las cosas buenas y malas que la vida le presentaba se había detenido. Ya no había ruido. Jisung sentía un vacío dominante en su mente y nunca había tenido tanto miedo del silencio mental como ahora.

Un cuerpo tomó asiento al frente de él, justo en la otra punta del marco de la ventana. Jisung ni siquiera apartó la vista del jardín y fue recién cuando Seungmin subió las piernas al pecho en la misma posición del mayor que lo sintió presente.

Ya ni el tacto humano lo hacía volver a la realidad, Jisung visitaba un planeta lejano donde la realidad era otra y le gustaría vivir por siempre. Su cuento de hadas, aquellos de finales felices, amores eternos e injusticias pagadas.

Seungmin no dijo nada, de cualquier forma eso era algo normal en él. Solía creer que, a veces, las palabras sobraban y en esos momentos, Jisung lo consideraba una buena compañía, pues Hyunjin, a diferencia del menor, tenía el complejo de ser muy hablador y justo cuando Jisung buscaba detener todo por unos minutos, lo que necesitaba era una presencia. Un suave susurro al oído que, sin ningún ruido, le diga: «no estás solo».

Aun así, fue él quien decidió romper el silencio, pues necesitaba terminar de destruir su corazón con la realidad para así poder enfrentarlo más fácilmente.

—¿Cuándo van a hacerlo? —preguntó en un hilo de voz, sin apartar la vista de la ventana y recibiendo una presión en su pecho—. ¿Cuándo van a...?

No pudo continuar, las palabras se atoraron en su garganta y las lágrimas volvían a atentar sus ojos incluso si había pasado las últimas horas llorando aquello que nunca antes había llorado.

Seungmin se movió incómodo, tragando duro antes de siquiera poder sacar la voz.

—Mañana por la mañana. Será completamente privado. Nuestra madre pidió una orden para que pudieras verlo antes, pero él no la aceptó —informó, recibiendo una punzada en su corazón al ver cómo Jisung se enderezaba para limpiar sus lágrimas con las palmas de sus manos.

—No quiso —repitió, su voz completamente rota salió con enojo, impotencia y miles de emociones guardadas en una profundidad amenazante de su pecho—. Que ridículo.

—Quizás no quiere que lo veas de ese modo —apoyó Seungmin, pero Jisung rodó los ojos con impotencia.

—No quiere verme porque sabe que no lo dejaré salirse con la suya. Porque romperé cada barrote de hierro con tal de sacarlo de ahí. Siempre sabe lo que pienso antes de que siquiera lo piense.

Jisung perdió los papeles, apretando la mandíbula y mirando el techo con enojo, pidiendo entre lágrimas una pausa, un último deseo al cielo que lo miraba más allá de la estructura que llamaba hogar. Pidiendo con el corazón roto entre sus manos que le dieran una oportunidad para terminar su cuento cómo debía.

Quizás, deseó demasiado otra vida siendo egoísta. Deseó estar en cualquier otro lugar menos allí. En el campo de girasoles, bajo el sol suave del atardecer, con Lee Know en su espalda abrazando su cintura. Allí quería estar, no en la ventana de su aposento, llorando por una pesadilla demasiado real.

Our Fairytale - [Minsung] [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora