XXVI

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El caballo de Jisung se detuvo en frente del enorme castillo de la dinastía Lee. Lo había visitado múltiple veces, pero ninguna con la exclusiva finalidad de encontrar a un hombre y su desesperado final feliz.

Si iba por ese camino, todo había iniciado ahí, en esa fiesta de antifaces que había organizado el príncipe Felix y a la cual originalmente no quería asistir. Había empezado en el jardín real, junto a una fuente reflejando a la luna en el agua y rodeados de ligustrinas y el sonido de la naturaleza protegiéndolos de los límites humanos.

Y mientras bajaba del caballo, se preguntaba qué tanto habría cambiado su vida si no hubiese caído ante los encantos manipuladores de sus hermanos menores o en la peculiaridad de la mirada profunda que un pelinegro le regaló aquella noche.

Quizás él habría aceptado casarse con Lune, que el final de su cuento era estar en un altar con una mujer, recibir una corona dorada y demasiado pesada sin la necesidad de hablar de físico. Rodeado de mandamientos y encontrando como lugar seguro ese piano en la habitación pérdida de su castillo.

Claro, si habláramos de tomar caminos distintos, Jisung no sería feliz y eso no tenía precio o comparación.

Dejó atado el caballo en el costado del castillo y veía como varios guardias caminaban por el jardín. Se apoyó en el muro de piedra que se abría detrás de su espalda y respiró hondo, buscando calmar su desenfrenado corazón. Volvió a girarse, aprovechó que los guardias no lo estaban viendo y corrió rápidamente hasta el inicio del establo, el lugar donde había encontrado a Lee Know y esperaba volver a hacerlo.

Apoyó sus manos en la puerta, pero la misma estaba demasiado expuesta y no podía arriesgarse a ser visto, así que lo intentó una sola vez y al ver que no abría y necesitaba más fuerza que generaría inevitablemente ruido, volvió a esconder su cuerpo detrás del establo.

Pasó su mano por las paredes de madera y se acercó hasta la ventana que daba al bosque. Asomó su cabeza hacia adentro, impregnando sus pulmones con el característico olor a heno y los caballos. Acomodó su cabello hacia atrás, dejándolo detrás de sus orejas y apoyó sus manos en el borde de la ventana para meterse sin mucha más complicación.

Su pantalón blanco ya presentaba algunas manchas que luego el agua se encargaría de borrar y había lanzado sus guantes en el camino mientras se dirigía hacia el castillo Lee. Jisung dejó la faceta de príncipe en la reunión primaveral; el traje dorado lo llevaba impreso en el alma.

Cayó dentro del establo con firmeza, viendo cómo un caballo que había visto a Lee Know usar le miraba con curiosidad. Jisung sonrió, acariciando su cabello suavemente y salió del atrapado lugar en el que descansaba, saltando la madera y apoyando sus botas en el heno sin limpiar.

Sacudió sus manos entre ellas y miró alrededor con una sola persona en mente. El lugar estaba vacío, se oían a los caballos y nada más que el sonido de la naturaleza entrando por las aberturas. Caminó por cada esquina, limpiando la planta baja de posibles presencias humanas. Tomó la escalera de madera de un costado y subió como a la segunda planta, evitando las astillas en sus manos e ignorando la incomodidad que le generaba la inestabilidad de esta.

Inspeccionó el lugar, encontrando un pequeño cuarto en la parte de arriba, una habitación cerrada y bastante bien oculta. Un lugar que trataba de pasar desapercibido con una «M» tallada a mano en su puerta de madera.

Jisung se acercó, alzó su mano y tocó varias veces la puerta, deseando que el barón que buscaba estuviera allí, aunque no tuviera tanto sentido. ¿Por qué un barón descansaría en un establo?

Realmente deseó no estar llegando tarde o buscando en el lugar incorrecto. Entrar al castillo era imposible, Lune tampoco era buena fuente de información. Quizás el príncipe Chris sería su única ayuda.

Our Fairytale - [Minsung] [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora