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23 de Septiembre de 2022

Las luces se me hacían demasiado brillantes, me molestaban y tuve que parpadear repetidas veces para acostumbrarme a la luz que me daba directo a la cara. Estaba sola y pude notar que me encontraba en un hospital. Fruncí mis cejas porque no recordaba que había pasado para que terminara internada en una cama de un hospital. 

Intenté moverme para buscar ayuda, pero me sentí entumecida, como si me encontrara atada a la cama. Traté de no ponerme nerviosa ante aquella situación y esperé a que alguien entrara por aquella puerta que me separaba del pasillo del hospital. Pasaron unos pocos minutos hasta que Dani entró a la habitación con un café en la mano, al verme, una enorme sonrisa se dibujó en su rostro. Ella tenía algunos cortes en su rostro y en sus brazos que ya estaban prácticamente cicatrizados, lo que me indicaba que ambas habíamos sufrido un accidente y, al parecer, habían pasado varios días de aquello.

Me abrazó y otra vez sentí mis brazos atados, la sensación de no poder moverme comenzaba a molestarme y a desesperarme, necesitaba tocar a Daniela, quería besarla porque sabía que había pasado un buen tiempo desde la última vez, pero no podía, mi cuerpo no respondía como yo quería.

—¿Qué pasó, amor?— pregunté y por alguna razón, mi voz salió más débil de lo que quería.

Su rostro ya no se veía tan feliz, la sonrisa que tenía desapareció y sus ojos se tornaron más oscuros. El miedo recorrió cada centímetro de mi cuerpo y de repente las ganas de llorar me invadieron.

—¿Qué pasó, Daniela?... dime— pregunté más desesperada y con la voz mucho más débil.

Ella destapó un poco mi cuerpo, me ayudó a sentarme y tomó mi mano entre las suyas.

—Tuvimos un accidente… hace dos semanas… y… tuviste una lesión grave en… en la médula— apenas y podía hablar, estaba aguantando el llanto, lo sabía porque apretaba su mandíbula y sus ojos no me miraban para que no me diera cuenta de que estaban llenos de lágrimas.

—¿Eso qué significa?— pregunté aún sabiendo que era lo que iba a responder.

—Qué… perdiste la movilidad en tus piernas y brazos— dijo lo más rápido que pudo.

—¿Para siempre?— pregunté, ella asintió con su cabeza porque su voz ya no podía atravesar su boca sin largarse a llorar.

Yo aún no sabía cómo reaccionar, justo en ese momento no lograba entender completamente que durante el resto de mi vida estaría atada a una cama, necesitando que alguien me ayude a hacer algo tan básico como lavarme la cara o comer. En ese momento no sabía que ya no podría bailar, que ya no podría hacer aquello que tanto me apasionaba y me hacía feliz.

Cuando me di cuenta de que ese accidente me había arrebatado mi vida, cuando me di cuenta que ya nada iba a ser igual, lloré, lloré todo lo que mi cuerpo resistió, todo el tiempo que pude llorar sin secarme, lloré hasta que el dolor de cabeza pudo más, hasta que una enfermera me puso un tranquilizante y volví a la inconsciencia en la que estuve por dos semanas.

12 de mayo de 2023

Esta vez desperté y era de mañana, Dani había programado una cita para ver a la doctora y pensar en eso me impedía dormir lo que acostumbraba, así que, antes de que el sol se levantara por encima del horizonte, yo tenía mis ojos abiertos.

Mi prometida estaba durmiendo a mi lado, yo me encontraba desnuda porque anoche Dani había recorrido mi cuerpo con su boca. Siempre se sentía bien sentir a Dani, al menos un poco. Yo deseaba poder hacerle sentir a ella lo que ella me hizo y hace sentir a mi, pero la inmovilidad de mi cuerpo me impedía hacer muchas cosas, prácticamente todas.

—Buen día— dije tratando de despertar a Dani, pero lo único que conseguí fue despertarla sobresaltada.

—¿Qué pasa? ¿Estás bien?— preguntó mientras tocaba mi rostro como si pudiera chequear algo al hacer eso.

—Si, solo quería despertarte— ella sonrió, se acostó sobre mi pecho y puso mi brazo alrededor de su cuerpo.

Mi corazón latía desenfrenado, hoy era uno de esos días en los que no me sentía tan mal.

—Te amo— pude notar como ella se aferró más a mi cuerpo cuando le dije aquellas dos simples, pero complejas palabras. Sabía que últimamente no expresaba mis sentimientos muy seguido, ya que, en los últimos meses solo me había concentrado en mi estado y había olvidado algunas cosas importantes como recordarle a la persona que estaba para mi cada día lo mucho que la amaba.

—Te amo mucho más— respondió ella.

Nos quedamos allí, abrazadas, disfrutando del silencio como si todo estuviera bien, hasta que la hora de que la doctora llegara se acercó en el reloj. Dani se encargó de asearme. Me lavo los dientes, la cara, me peino el pelo y me ayudo a cambiarme de ropa. Cinco minutos antes de que la doctora Sara Molina tocara la puerta, mi amor salió del baño con el pelo mojado y vestida con unos pantalones deportivos grises. Mientras se secaba el pelo con la toalla recibió a Sara y la hizo pasar hasta la habitación en la que me encontraba.

—Buen día, María José— asentí levemente con mi cabeza, ver doctores era algo que me abrumaba demasiado—, ¿cómo estás?

—Bien— contesté secamente.

—¿Has visto al psicólogo?— volví a asentir mientras veía a Dani entrar a la habitación—, ¿hizo sus ejercicios?

—Si, todos los días por las mañanas los hacemos, a excepción de hoy, todavía no los hemos hecho— explicó mi amor con amabilidad.

—Bien, eso es perfecto— no me gustó escuchar aquello, nada era perfecto.

Hizo los chequeos que acostumbraba, dirigiéndose más a Daniela que a mi que era la paciente, eso no me molestaba, realmente lo que sí lo hacía era sentirme incapaz hasta para contestar preguntas acerca de mi propia salud. Sin prestar demasiada atención a eso ni a la conversación entre Sara y Dani, deje de escuchar y solo espere a que el tiempo pasara y la doctora se fuera.

Cuando Sara dejó nuestro apartamento, Dani me hizo saber que a partir de ahora usaría una sonda para mantener mi vejiga vacía y así impedir cualquier episodio parecido a los de los últimos días y, también, que no me genere ninguna infección la retención de líquidos.

El poco buen humor que había conseguido al despertarme había desaparecido por completo. Me daba vergüenza tener que ser bañada por mi prometida, no quería imaginar la humillación que podría llegar a sentir cuando sea mi prometida quien deba colocar la sonda y extraerla.

—No te pongas mal, Poché, por favor— pidió ella, al parecer mi rostro comenzaba a revelar un poco de lo que sentía.

—Lo siento— me limité a responder, no quería abrumarla con todo lo que comenzaba a rondar en mi cabeza.

Es difícil ser positivo cuando todo lo que hay a tu alrededor no hace más que tirarte más tierra para que sigas enterrándote en un pozo oscuro y frío. Cuando al ver a Daniela solo veo a una mujer de veinticinco años viviendo una vida que no se merece.

Aún recuerdo aquel día en el que desperté en el hospital, sin poder mover ni mis brazos ni mis piernas, sabiendo que ya no podría volver a bailar nunca más, sabiendo que todo había cambiado en mi vida, y cambiado para mal.










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Es un capítulo corto así que en un rato publico otro

Gracias por leer

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