6

3K 255 46
                                    


12 de octubre de 2013

La idea de ir a la escuela me parecía fatal, no tenía energías para levantarme de la cama, no quería hacerlo, no quería ir a un lugar donde iba a estar lleno de gente que me ponía nerviosa, tampoco quería ir a las clases de ballet, hace mucho había perdido las ganas de hacer todo eso, mi mente me había arrebatado mis ganas de todo menos de permanecer encerrada en mi cuarto practicando coreografías.

Estaba bailando "El cascanueces" cuando unos golpes me sacaron de mi burbuja, probablemente era mi padre tratando de que salga e intentar, un día más, convencerme para ir al colegio. 

—María José, ábreme, por favor— pidió mi papá con la ternura que lo caracterizaba.

Con pereza, dejé de pensar en los pasos que seguían, pause la música y sin mucho ánimo me dirigí a la entrada y salida de mi cuarto

—¿Qué pasa papá?— le pregunté cuando abrí la puerta.

—¿Vas a ir al colegio?— preguntó temiendo la respuesta—, ya llevas una semana entera sin ir.

—No tengo ganas, papá…

—Pero vas a perder el año— insistió él y al final terminé por rendirme.

Me subí al bus que pasaba por la esquina de casa y me aventure con mis audífonos a viajar tratando de creer que nadie me veía y que seguía encerrada en mi cuarto. Pasamos delante de varias paradas y nadie elegía sentarse a mi lado. Por una parte me gustaba y por otra sentía que nadie deseaba acercarse a mí, que iba a terminar sola, y la soledad no me gustaba porque me hacía pensar demasiado y no estaba en un momento de mi vida en el que quiera pensar mucho. Preferiría poder tomar alguna anestesia que hiciera que mi mente dejara de funcionar a veces.

—Te ves muy rara con esa posición y ese rostro— dijo una chica mientras se sentaba a mi lado. Bajé mis pies del asiento y me senté como todo el mundo, la miré y miré a nuestro alrededor, justo al lado de nuestro par de asientos, había uno vacío.

—Puedes sentarte allí— respondí nerviosa. Ella miró hacia aquel asiento vacío y volvió a mirarme.

—Si, pero me parecía interesante hablar contigo— fruncí mis cejas, ¿por qué una desconocida iba a sentir interés por hablar conmigo—, no pongas esa cara, siendo sincera… me preocupó un poco verte tan triste.

—Bueno… no quiero ir al colegio— respondí encogiendo los hombros.

—Yo tampoco, ¿te apetece dar una vuelta conmigo?— preguntó la desconocida sonriendo. No estaba segura de querer interactuar con alguien que no conocía, pero lo prefería antes de pasar seis horas encerrada en una clase donde lo último que haría sería aprender.

—Está bien— dije y ella celebró en silencio.

Fue en la parada siguiente en la que bajamos, yo iba detrás de ella, siguiendo sus pasos hasta que bajamos del bus. Terminamos dando vueltas en un shopping cercano a donde bajamos. La desconocida, que aún no me decía su nombre, decidió parar en cada local de ropa a probarse prendas que no compraría, ya que me confesó que no llevaba dinero encima. Yo disfrutaba de ver la liviandad con la que aquella muchacha vivía. La veía y solo podía sentir paz y tranquilidad, por el contrario a mi casa.

—¿Puedo preguntar por qué estabas tan triste?— preguntó luego de mostrarme cómo le quedaba un vestido negro.

—Ya te dije, no quería ir al colegio— respondí y supe que no había sido convincente.

—No te creo… aprovecha tu anonimato, yo no te conozco, tú tampoco… probablemente no nos volvamos a ver, desahogarte— sugirió y sentí ganas de sentarme a hablar con ella por horas.

InmóvilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora