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26 de mayo de 2023

Internet estaba lleno de fotos mías y de Poché. Algunos pedían que las borraran y respetaran nuestra privacidad, al fin y al cabo, ninguna de las dos pertenecía al mundo de la farándula, por lo menos, hace meses que no aparecíamos por ninguna red social, revistas o teatros. Otros seguían compartiendo las fotos sintiendo lástima por nosotras o halagandome por estar junto a Poché, y creo que eso era lo que más me molestaba.

Las fotos, los comentarios de la gente, revistas con cientos de seguidores levantando notas y Poché poniendo esa cara que ponía cuando las cosas le dolían, hacían que mi ira creciera y creciera con el paso de los segundos.

—Amor… ¿Puedo preguntarte algo?— dijo Poché con la voz suave, prácticamente débil. Con solo escucharla hablar así mis gruñidos e insultos se detuvieron y ella obtuvo toda mi atención, tenía miedo de que, otra vez, la gente y las mierdas que tenían para decir hicieran que Poché se siguiera encerrando cada vez más.

—Dime— dije, animándola a hablar, dejando la laptop a un lado y tratando de ignorar el enojo que sentía al leer el titular de una revista decir: "A pesar de todo, hay boda".

—¿Tú cómo te sientes al no poder recibir nada de mí?— preguntó, desorbitandome.

—¿A qué te refieres?, tú me das muchas cosas, Poché

—Mira las fotos, amor… estás llorando y no puedo siquiera abrazarte— dijo con una calma que congeló mi sangre.

—¿Por qué dices eso? ¿Te he hecho sentir que no me das lo que necesito?— Negó con desesperación—, entonces, ¿por qué preguntas eso?

—Porque yo no sabría vivir sin sentirte— respondió. No podía negar que extrañaba sentir sus brazos rodear mi cuerpo con intensidad.

—Yo te siento, Poché… Sé que no es lo mismo que antes del accidente, pero que sea diferente no lo hace peor— dije tratando de mantener las lágrimas a raya—. ¿Por qué mejor no hablamos de otra cosa? Tenemos una boda que preparar— Necesitaba dejar de hablar de ese tema, quería dejar de ver tapas de revistas y redes sociales.

—Está bien que sea peor que antes, hemos perdido muchas cosas desde aquel día— dijo con una calma que se parecía a la resignación—. Conseguí un lugar que probablemente te agrade muchísimo, nos casamos el 30 de junio… si te parece bien, claro está.

—¿Hace cuánto vienes planeando esto?— pregunté, quedaban muy pocas semanas para esa fecha.

—Hace un par de semanas, Mafe ha sido de gran ayuda— La noticia había logrado aplacar mi enojo, me sentía aliviada y feliz de que pudiéramos casarnos después de tantas cosas por las que habíamos atravesado.

—¿Cuál es el lugar?

—Brooklyn botanic garden, puedes buscarlo si quieres, podemos celebrar en el salón o en el patio, eso está en tus manos.

Quite las fotos de la laptop y las reemplace por aquel maravilloso lugar que Poché había elegido para que llevemos a cabo nuestra boda. El invernadero victoriano estaba rodeado de árboles y un césped que invitaba a recostarse a mirar el cielo.

Por sí solo el lugar era espectacular. Imaginarlo con decoraciones me hacía creer que estábamos frente a un castillo de la edad media.

—¡Mi amor!— expresé emocionada mientras recorría imágenes del botanic garden—, esto es hermoso, ¿cómo lo vamos a pagar?

—El novio de Jason me ayudó a que la academia me diera el dinero que merecía, con lo que me dieron tenemos dinero para la boda, la luna de miel y probablemente nos sobre.

—Wow… ¿cómo es que no supe nada todo este tiempo?

—Te merecías una gran sorpresa, amor… quiero que tengamos muchos recuerdos…

Seguí mirando aquel lugar mientras aquellas palabras resonaban en mi cabeza. Me daba miedo saber el empeño que le estaba metiendo Poché a crear recuerdos, temía que hubiera tomado una decisión que me hiciera trizas.

[...]

Mi pierna se movía nerviosa, frotaba mis manos y trataba de mirar por la ventana en busca de una distracción. Sin embargo, mi mente estaba enfocada en una cosa: la sesión de Poché con Jason. Me era inevitable pensar en que podía Poché decir, me ponía nerviosa creer que mi amor había tomado una decisión que pudiera destruirme.

No pude evitarlo, me pegué a la puerta de la habitación, hice silencio y aproveché el sueño profundo de Ramón para que sus patas no pudieran delatarme.

Escuché lo que decían sintiéndome culpable por invadir un lugar que no era mío, un lugar al que no pertenecía y tampoco encajaba, pero también escuché con el corazón en mis manos, temiendo lo que Poché pudiera decir.

Con las pausas y silencios necesarios, con una calma que se asemejaba a la frialdad y a la indiferencia, Poché le confesó a Jason lo que yo tanto temía. Cuando escuché aquellas palabras salir de la boca de María José, mi corazón se estrujó, dolió tanto que parecía que ya no podría volver a latir. Parada en aquella puerta me di cuenta que todo lo que había hecho para darle una vida digna y feliz al amor de mi vida había sido inútil.

El silencio reinó en la habitación al otro lado de la puerta. Me alejé en dirección al sofá, me senté tratando de procesar lo que había escuchado.

El barullo de la gente ya no parecía poder atravesar las fronteras de mis oídos. En mi mente solo se reproducían, una y otra vez, las palabras de Poché que me quitaban el aire.

De la habitación salieron ambos, Jason me miraba con compasión, como si intentara pedirme perdón con la mirada, como si se sintiera tan culpable como yo de no poder darle a Poché las razones suficientes para seguir viviendo. Aproveché a llamar a Alex cuando estuve sola en la casa que compartía con mi amor hace tantos años y temía que me quedara demasiado grande cuando María José no regresara.

—Necesito hablar con alguien— dije cuando la llamé al borde de las lágrimas.

Ella pareció preocuparse tanto que logré escuchar el sonido de sus llaves y la puerta cerrarse dejándome notar que Alex ya se dirigía a mi encuentro.

Decidí esperarla en la puerta del edificio mientras trataba de envolverme en la ajetreada vida nueva yorkina. Trataba de que el barullo de la gente conversando, chocando las bolsas de las compras unas con otras, el ruido de los coches y las bocinas acallaran mis pensamientos.

Poco a poco las piezas encajaban. La denuncia a la academia, los preparativos de la boda, la audición… Poché estaba arreglando mi vida para poder irse en paz, sin saber que con su partida mi vida iba a quedar incompleta y en pedazos.

—Dani— dijo Alex sacándome de mi cabeza. Lo primero que hice al verla fue abrazarla. Necesitaba el consuelo de alguien.

Alex me llevó hasta una cafetería cerca de donde vivía. Pidió la orden que acostumbraba a pedir y se mantuvo en silencio, tomando mi mano y dándome el espacio para que yo pudiera simplemente sentirme acompañada o descargar lo que sea que me hubiera pasado.

—Poché ha tomado una decisión— dije recordando el día en que le expresé mi temor a que mi amor estuviera pensando en quitarse la vida.

Alex pareció entender a qué me refería. Comenzó a acariciar mi espalda con más afecto e intensidad, como si intentara que mis pedazos continuaran unidos, pero cada vez que pensaba en perder a Poché, un nuevo terremoto me rompía más.

Esa noche, cuando volví a casa me encontré, raramente, a Poché despierta. La saludé besando sus labios como si esa fuera la última vez que lo fuera a hacer, ella se sorprendió por mi euforia, y, sin contestar a sus preguntas sobre mi intensidad, la lleve a nuestra cama para demostrarle lo mucho que la amaba y lo mucho que deseaba tenerla.













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