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5 de octubre de 2023

No hablaba con nadie desde la noche en que Poché me dejó, solo lo había hecho con mamá una vez, y no había sido la mejor charla, todo lo contrario, había sido horrible.

Mucha gente se acercaba a mí, acariciaba mi pelo, mi espalda o mi rostro y trataba de animarme con los mejores discursos que encontraban en sus mentes. Nadie podía hacerlo, ninguna palabra era de Poché ni tampoco ninguna caricia.

Me vestí de negro, hoy enterraban su cuerpo. Mamá se había quedado conmigo en el apartamento este último día y medio. Me había acompañado y no me había permitido comprar ninguna botella de alcohol. Aun y cuando se lo había pedido llorando y gritando, en busca de algo que me hiciera sacar de mi sistema toda la ira y tristeza que se acumulaba dentro de mí y que no sabía cómo manejar.

—¿Estás lista? —preguntó mi madre cuando me vio salir del cuarto de baño.

Encogí mis hombros, ¿se puede estar lista para ir a enterrar a tu pareja a una tan joven edad? Definitivamente, no.

Yo no estaba lista para ver que le echen tierra a un cajón donde está el cuerpo sin vida de mi mejor compañera, de mi novia, de mi futura esposa.

Me subí a su auto cabizbaja, no veía mi entorno, no lograba percibirlo, no conseguía salir del estado en el que me había sumido luego de aquella madrugada.

—Buen día, Dani —dijo Alex, al parecer ella nos iba a acompañar en el viaje al cementerio.

No le dije nada y solo me subí esperando terminar con todo esto de una vez por todas. No tenía energías para recibir más pésames, no tenía energía para despedirme de ella porque todavía sentía más enojo que tristeza. Porque la idea de ella tomando la decisión de dejarme sin siquiera decírmelo me duele más de lo que puedo imaginar.

—¿Sigue sin decir ninguna palabra? —le preguntó Alex a mi madre, puse mis ojos en blanco.

—Ya la ves.

¿Puede existir algo más insoportable que ver como hablan de ti como si no estuvieras presente?

—Estoy aquí, me lo puedes preguntar a mí —dije, malhumorada.

—No estoy intentando atacarte, Dani —dijo Alex, tocando mi hombro desde la parte trasera del auto que se movía hacia el peor lugar al que alguien puede ir.

—Yo no dije eso —respondí, a la defensiva.

Ninguna de las dos me dijo algo sobre la forma en la que había hablado, ninguna me reclamó por ser tan brusca, y podía decir que eso era lo único bueno de estar de luto, nadie te reclamaba nada. Sentían demasiada lástima por mí como para "pelear" conmigo.

Juan Carlos no podía dejar de llorar. Sus ojos estaban inundados de lágrimas al igual que lo estaban los de Valentina, quien lo acompañaba a un lado y lo abrazaba. Buscando en su padre un consuelo que no encontraba, porque Juan Carlos estaba tan lastimado que apenas podía mantenerse en pie.

Me rompió el corazón verlo así.

—Tú —dijo Valentina, en un susurro que contenía un grito.

Esperé que se acercara a mí sabiendo que era lo que iba a decirme, sabiendo que iba a culparme de algo que no había hecho.

—No te molestes —La interrumpí antes de que abriera su boca—, sé lo que vas a decirme, sé que tuve la culpa del accidente, pero no fui yo quien… quien hizo esto.

No sabía cómo llamarlo, ¿era asesinato o alivio? No estaba segura.

—Nunca te voy a perdonar que me hayas arrebatado a mi hermana, y no hablo de ahora, hace meses que nos la sacaste a todos.

InmóvilWhere stories live. Discover now