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Dani

6 de mayo de 2023

Meses habían pasado desde el accidente y aún no podía acostumbrarme a ver a Poché tan quieta. Verla atada a una cama o a una silla de ruedas todavía era tan difícil como el primer día. Lo peor: estaba así por mi culpa. Yo le había arrebatado su verdadera vida y con ella me llevé su esencia. Sacudí mi cabeza, traté de volver a esconder esos sentimientos antes de abrir la puerta de nuestra habitación.

Esta vez Poché estaba despierta mirando un documental, sonreí cuando sus ojos se posaron en mi. Los rayos del sol que estaban entrando por la ventana hacían que sus ojos se vieran verdes y brillantes, a pesar de que me gustaba la vista, sabía que el sol la estaba molestando, así que caminé hacia la ventana para cerrar las cortinas antes de acercarme a mi amor.

—Hola de nuevo— le dije antes de dejarle un corto beso en sus labios, para mi alegría, luego del beso pude ver una corta sonrisa asomarse. Puede parecer poco, pero, para alguien que no ve sonreír al amor de su vida a menudo, es un gesto que podría incrustarse en los recuerdos con facilidad. Lamentablemente esa sonrisa desapareció con la misma facilidad con la que hizo a mi corazón revolotear—. Vamos al baño— dije tratando de no pensar demasiado en lo fácil que Poché volvía a estar triste.

Lamentablemente, el día arrancaba de la peor manera. Poché se había orinado encima durante la noche. No hice ningún gesto, no quería que mi rostro revelara mis sentimientos, no quería que Poché se diera cuenta del miedo que tenía de ver cómo poco a poco Poché perdía el control completo de su cuerpo, perdiendo también el control de su vida.

La lleve al baño, quite su ropa y regule la temperatura del agua. Si estaba llorando no iba a enterarme, el agua de la ducha recorría su rostro tapando cualquier posible rastro de lágrimas. La dejé sola para que pudiera llorar a solas si así lo quería. Mientras tanto me encargue de cambiar las sábanas sabiendo que este episodio podría ser el inicio de muchos más.

—Llamaré a la doctora— le dije mientras peinaba su pelo.

—No quiero— dijo lo que esperaba que dijera. A mi tampoco me gustaba ver doctores porque eso significaba que Poché iba a estar más triste y desganada que comúnmente, pero la doctora necesitaba seguir su progreso para ver en que podría ayudarla.

—Pero es necesario, amor— dije sintiéndome cansada de recordarle lo mismo cada vez que hablábamos del tema—. Luego viene tu padre, ¿quieres que pida pizzas?— pregunté tratando de que nos olvidemos del episodio.

—Está bien— respondió sin ganas. Suspiré y traté de entender su desgano, me aseguré a mi misma que su tristeza no se debía a mí, sino que se debía a su situación. La conocía, sabía que me amaba, aunque en los últimos meses la sentía un poco más lejos cada día.

Los rayos del sol del atardecer atravesaban la ventana de nuestro cuarto, sentía el calor del sol en mi espalda y disfrutaba de ver como el color anaranjado inundaba nuestra habitación.

Tomé ropa del armario, no me importaba que. Le entregue su jugo a Poché y elegí cualquier prenda que se encontraba entre el montón de ropa que deje sobre la cama, mi amor me mira sin saber qué es lo que estoy haciendo. Me desvisto y me coloco un vestido. Voy a modelarle, sé que le gusta verme probarme ropa, así que, con la intención de hacerle olvidar el mal trago de esta mañana, comencé a desfilarle la ropa que elegía.

Cuando le estoy mostrando una camisa blanca veo que su rostro ya no se ve tan animado como hace tan solo unos minutos. Traté de ignorar aquello, traté de seguir modelando con alegría, traté de contagiarsela, pero en el momento en el que creí que podía hacerla sonreír nuevamente ella suelta las primeras lágrimas y tras ellas unos cortos sollozos que noto que quiere detener, pero no puede, no puede dejar de llorar, no puede dejar de estar triste todos los días, la tristeza ya hace parte de ella y el llanto de su rutina.

InmóvilWhere stories live. Discover now