Capítulo 3

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La tribu de los bárbaros eran  descendientes de los grandes domadores de dragones.

Una tribu que antes de reducirse, era un reino. Antes de que encontraran un punto débil y explotaran a sus dragones.

La fortaleza abandonada del antiguo rey dragón estaba entre las montañas, casi completamente destruida.

Lo que antes era la aldea, ya no quedaba nada.

A eso se había reducido todo.

Por esa razón, Katsuki quería más que nada ser líder.

Devolverle la gloria a su tribu.

Una tribu de guerreros mucho más fuertes de lo que eran ahora.

Porque claro, su tribu tenía grandes guerreros con los cuales había peleado hace cuatro años atrás antes de firmar el tratado, pero vivir en los bosques, alejados de donde estaba su verdadero hogar, no le gustaba para nada.

Había crecido oyendo las leyendas de los grandes alfas que fueron reyes y domadores de dragones, venciendo a cada reino que se les impusiera.

Pero habían sido cruelmente derrotados por un hombre hechicero y sus seguidores.

Cuando la segunda guerra por territorio en contra del Reino Helado se llevó a cabo, se perdieron muchos más guerreros y fueros dragones.

En esa guerra, Katsuki se dio a conocer como el Rey Dragón.

No era líder y siquiera pasaba de los catorce años, pero había arrasado con la cuarta parte de los soldados del general Endeavor, acompañado de su espada y su amigo dragón, Eijiro.

La encargada de darle ese sobrenombre, fue nada más y nada menos que la querida hechicera Ochako, que gritando a grandes voces, hizo visible su gran parecido con el antiguo Rey Dragón Katsuki Gogo, haciendo señas a sus nombres iguales.

El apodo se hizo famoso, realmente famoso. Al igual que el chico de catorce años que no satisfecho con asesinar a tantos soldados, simplemente se bajó de su dragón y le puso la espada en el cuello a la reina Rei, sin importarle los arqueros que apuntaban directamente a su cuerpo para asesinarlo si le hacía algo a su reina.

—Esa corona que llevas —le dijo, con la mirada feroz de siempre—, será mía.

—Querido —habló la reina Rei, sonriéndole—, no necesitas mi corona para ser un rey. Mucho menos a sabiendas de que tu propia tribu es descendientes de grandes reyes. ¿Por qué rebajarse a la corona de un reino ajeno al tuyo? ¿Eres un conquistador? ¿O eres el futuro de tu gente? Piénsalo.

Y poco pudo hacer el chico luego de ello, pues la reina tomó la espada con su mano y la congeló completamente, para después dejarla caer a suelo hecha pedazos.

Katsuki aún podía sentir la rabia de ese día. Cómo ella lo había mirado. ¡No necesitaba lástima de nadie! ¡Su tribu podía haber perdido su reino y demás, pero seguían teniendo dragones y siendo domadores!

Es por eso que se negaba rotundamente a lo que decían los viejos del Consejo.

—Ni de puta broma voy a ir a rogarle a esa mujer que nos de parte de su territorio —se negó, dando un pisotón en el suelo—. ¡Primero muerto antes que cruzar ese maldito límite!

—¿Entonces vas a permitir que todos nos muramos de hambre? —inquirió Sekijiro, devolviendo la mirada enojado—. Eres el líder, no puedes permitir que tu gente se quede sin recursos. Faltan menos de dos semanas para que todo lo que tenemos se acabe y no hay presas para cazar ni tierras para cultivar.

—¡Vamos y recuperemos nuestra tierra, nuestro legítimo territorio! —gritó el alfa, haciéndole frente al resto de los alfas y betas que lo miraban mal—. ¡Tenemos todo para poder volver al hogar de nuestros antepasados, y aquí estamos, en tierra que es apenas nuestra! ¡No pertenecemos aquí!

Verde Jade (Katsudeku + Omegaverse) Where stories live. Discover now