Capítulo 10

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La luz no llegaba en ese lugar. Bajo tierra, era absurdo pensar que el sol podría entrar. La única iluminación que podían obtener era la del fuego. Grandes fogatas, palos gruesos de madera encendidos por cada rincón, o la simple magia de elemento fuego, que podía ser don o ocultismo.

En aquel sitio, solo había un mago de fuego lo suficientemente prodigioso como para extender su llamarada azul infernal por donde quisiera, y el alcance que él decidiera.

—Ya hacía tiempo que no había una junta —dijo el mago de cabello negro, sentándose desprolijo sobre una mesa de hierro, donde hace solo dos días habían torturado a muerte a los espías—. Normalmente esperarías a que todos estuviéramos de regreso —el alfa de ojos claros, turquesa y esmeralda, estudió a la persona a su lado. Faltaba la gran mayoría de sus compañeros—, no es natural de ti. ¿Debería preocuparme, Tomura?

—¿A quién le importa si es natural o no. Dabi? —replicó una chica a su lado—. No quería venir aquí, estaba ocupada y ahora tengo que lidiar con esto.

—Bueno, bueno, tú siempre estás ocupada, Himiko —se burló el pelinegro, señalando con gracia las marcas rojas en el cuello de la chica, y el hecho de que no se molestaba en ocultar que la habían interrumpido en pleno acto sexual—. Siempre he tenido curiosidad de ver cómo una mujer alfa tiene sexo. He escuchado rumores, pero eso no se compararía a la vista real, ¿verdad?

La rubia, Himiko, apunto de responder mordazmente, fue interrumpida por el suspiro molesto de aquel que miraba la escena con aburrimiento. Sentado en su lugar como líder, Tomura Shigaraki hizo callar a ambos. ¿Qué se suponía que hacían? Los había mandado a llamar para enviarlos a un lugar, no para que hablaran de sus idioteces.

En un lugar donde solo hay alfas, domina el más fuerte. No había duda alguna de que ese era él, y el resto debía postrarse a sus pies.

Dabi y Himiko cambiaron su postura en cuanto se manifestaron las feromonas de Tomura, incapaces de pelear contra el dominio que el alfa estaba poniendo sobre ellos.

—¿Ya se callan? —habló, negando. Probablemente debería haber llamado alguien más, pero sabía que ellos dos podrían hacerlo. Por algo estaban ahí—. No es momento de estar haciendo idioteces. Mientras todos por aquí están muy tranquilos, el Reino Helado se expande y la tribu de los bárbaros tiene un nuevo líder. Me llegó información de que ese líder tiene planeado recuperar la fortaleza y los territorios del que anteriormente fue el reino bárbaro. A pesar de que Él hizo imposible que alguien pudiera quitar la maldición de la tierra, aún hay una forma y tengo que impedir eso. La tierra que mi maestro obtuvo es nuestra fuente de poder, el lugar donde toda la magia negra y oscuridad se ha acumulado por años. No puedo perderla. —Los señaló—. Ustedes dos irán al bosque que sirve como división entre el Reino Helado y la tribu de los bárbaros. Ahí, está la clave.

—Ahí no hay nada —negó Dabi—. Solo es un estúpido bosque. No sirve.

—Eso no es cierto —murmuró Himiko, desviando la mirada—. El bosque tiene vida. Y ese bosque está lleno de energía que tiene armonía con la divinidad del cielo. Es un bosque bendito entre toda la tierra.

—Es así —asintió el líder—. Y ese lugar está bendito porque también hay un chico bendito. Mi maestro dijo que sólo han habido dos personas benditas, con poder divino, mucho más que el de cualquier persona. Y él es uno de ellos. —Tomura sonrió—. Le llaman Rey del bosque. Hagan lo que sea para encontrarlo y traerlo. Destruyan su hogar. No me importa qué. Si lo tenemos con nosotros, será imposible que algún bárbaro recupere esas tierras, o que incluso el Rei, del Reino Helado, pueda hacernos guerra.

—Tomura. No basta solo con tenerlo para que el poder del chico bendito pueda ser tuyo. Hay que matarlo.

—¿Matar a un niño? Solo tienes que decirnos. ¿Rostizado o ahogado?

Verde Jade (Katsudeku + Omegaverse) Where stories live. Discover now