Capítulo 12

1.2K 191 29
                                    

Las flores crecían con el solo desear de su mente. Arcos hermosos de enredaderas y flores se unían alrededor de todo el lugar.

El rey del bosque sonreía. Una de las cosas que le gustaba hacer era crear flora y mostrar maravillosos parajes con esas plantas.

Adornaba en su cabeza la corona, y en sus manos, el escudo simbólico de su tribu, que había sido tallado por el primer rey, por el más poderoso de todos. Sentado en el suelo, compartiendo tiempo con las hermosas haditas que, en confianza, le declaraban toda clase de secretos del mundo oculto.

Cada día se podía conectar más con su bosque, con su hogar. Sentía la presencia de extraños que apenas habían puesto un pie en las verdosas tierras, las intenciones de todos eran reveladas, pues la magia del bosque estaba ahí. El bosque lo compartía con él.

Las haditas, que tranquilamente hablaban con sus dulces voces, de pronto se levantaron en sorpresa y se escondieron en los árboles.

Mikumo sonrió, pues aquel bárbaro ya se había acercado lo suficiente como para que las haditas notaran su presencia. 

¿Debido a qué tengo el gran honor de que el Rey Bárbaro me esté espiando?

Katsuki Gogo soltó una risita. Salió de su escondite detrás de un gran árbol y se apoyó sobre él, cruzando sus brazos y alzando una ceja burlona. Aquel omega tendía a sacarlo de sus casillas con sus palabras sin sentido.

Querido Rey del Bosque, ¿Tan buena opinión tienes de ti mismo que crees que he venido a espiarte?

Mikumo alzó su mano, y pronto Gogo estuvo rodeado de camelias, hermosas camelias que se enredaban en sus piernas y brazos. Un panorama exquisito y gracioso, pues el Rey Bárbaro se retorcía. Su cabello rubio, más largo de lo habitual, se movía mientras él batallaba para liberarse.

Odiaba esas malditas flores.

Mi gran señor, eres tú el que lleva ahí mirando desde hace media hora respondió el Rey del Bosque con mofa.

Los ojos rojizos de Gogo lo enfocaron mientras detenía su pelea con la planta.

No lo podía negar, tenía razón, estaba ahí desde hace bastante tiempo, viéndolo crear y destruir pequeños ecosistemas, hablar con animales, hacer ver hermosos paisajes adornados de belleza sobrehumana. Adoraba como su cabello negro cubría la mayor parte del tiempo uno de sus hermosos ojos onix.

El afecto y adoración del Rey Bárbaro eran tan notorios que hasta el señor del Reino Helado solo rogaba para que Mikumo pudiera aceptarlo como compañero, y así, de una vez por todas, Gogo dejara de ir a declararle la guerra cada mes.

El rubio sonrió con tanto enamoramiento, que Mikumo no pudo hacer otra cosa que desviar la mirada, o estaría en peligro de sonrojarse. 

La primera vez que el Rey Bárbaro vio al omega, intentó raptarlo. Lo quería para él, le gustaba mucho. Y era suyo. Su precioso omega de ojos onix. ¿Qué tenía de malo reclamarlo? Vivirían felices por siempre.

Pero Mikumo se defendió del "ataque",  envolviendo al bárbaro en camelias y demás flores, negandole el movimiento. Gogo maldecía esas plantas desde aquel día.

No te observaba Gogo sonrió amablemente—, te estaba adorando con todo mi corazón.

Mikumo deshizo la prisión de flores, y lo miró de hito en hito. Las palabras hacían eco en su corazón cada día. Siempre tenía que negar lo que las palabras, acciones y belleza de Gogo causaban en su corazón.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Jun 23, 2023 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

Verde Jade (Katsudeku + Omegaverse) Where stories live. Discover now