Capítulo 9

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El sol estaba apareciendo, ya no quedaba rastro de noche alguna. No había nada más que eso. Se había terminado todo por fin. No más guerra, no más dolor, no más perdida.

El alfa vio con alegría el futuro que se avecinaba. Por fin podía ser llamado con honra, Rey Dragón. Había podido derrotar al hechicero y la paz reinaría nuevamente.

Rio a carcajadas. Los soldados que estaban a su alrededor, heridos o no, lo acompañaron, sintiendo el mejor mañana que tendrían. 

Sus ojos miraron a todos, buscando pletórico de felicidad a la persona que lo había ayudado, y había participado en esa guerra activamente solo por amor a él. 

Pero no lo encontró. Estaba su gente, la gente del bosque, pero no su líder. 

Preocupado, comenzó a llamar. 

Las personas empezaron a buscar.

No fue hasta que oyó la voz conocida de la hechicera buena, que dejó de preocuparse. Ella debía saber donde estaba. Siempre lo sabía todo. Ya le había dicho que todo terminaría bien.

Sin embargo, todo se vino abajo cuando vio el rostro de aquella mujer. El dolor estaba claro, sus ojos advirtieron la noticia que se avecinaba.

Ella habló.

Está en el corazón del bosque. —El alfa dejó de respirar por unos segundos—. Él... Agoniza, Rey Dragón. Está muriendo.

No esperó más. Le dio igual que todos le mirasen. Le dio igual que ella lo siguiera. Le dio igual saber que sus amigos, conocidos y la gente del muchacho fueran detrás de él. Nada importó lo suficiente como para desviar su atención. 

Corrió por el bosque, que se abría a su alrededor, mostrándole el camino que debía tomar para llegar al corazón. Nada se interpuso en su camino, así se le había pedido al bosque, cuando llegara el momento.

Cruzando el arco de arboles sagrados, lo vio. 

Ahí estaba, acurrucado como un niño, apretando su pecho en la necesidad de detener el dolor. Realmente quería que dejara de doler. Sentía miles de agujas en todo su cuerpo, todo el dolor que fue infringido al bosque, era traspasado a él. Le dolía demasiado. Su cabello negro se apegaba a su rostro por el sudor, sus ojos apenas podían ver algo más que imágenes borrosas.

Se retorcía. 

Agonizaba.

Yamikumo susurró, avanzando consternado hacia él. No podía sentirlo. No podía sentir a Mikumo con él. Ese lazo del que se jactaban los destinados, no lo estaba sintiendo.

Duele sollozó—. Duele mucho.

Yamikumo, ¿quién te hizo esto? Dime, lo mataré, realmente lo haré. Se arrodilló a su lado, tomándolo en sus brazos y ayudándolo a recostarse sobre él. Con la cabeza del joven rey del bosque en su pecho, tembló—. Dímelo. Dime quien fue. No tendré piedad. Te ayudaré y luego lo mataré, lo juro. 

No... No hagas nada Su voz era débil—. Solo déjame verte, por favor. Por ultima vez.

Las lagrimas no tardaron en aparecer.

No digas eso. Te ayudaré. Lo prometo. Vas a estar bien pronto. Pudo ver como los ojos oscuros del guardián del bosque lo escrutaban. La mano temblorosa se puso en su mejilla, y, tosiendo sangre, el omega sonrió—. ¿Si? Estarás bien, Yamikumo. ¡Ochako, Yui! ¡Vengan aquí! ¡No puedo sentirlo, no puedo ayudarlo solo, necesito que vengan!

Verde Jade (Katsudeku + Omegaverse) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora