Capítulo 8

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Apenas podía escucharse el paso de la omega que avanzaba, acompañada de su arco y su carcaj.

Inesperadamente, había encontrado bastantes presas. Después de semanas, casi un mes sin poder cazar nada más que animales pequeños y cambiar algunas cosas de valor por pesca abundante, por fin se veía feliz de tener en sus manos el sustento de su tribu.

A pesar de ser una de las descendientes dragón, Kyoka Jiro no podía transformarse en uno.

No era algo relacionado con su omega, o siquiera porque fue sellada.

Ella no se convertía porque odiaba esa forma.

Poco se cuenta y habla de la primera transformación dragón, a la edad de siete años.

Esa primera vez, se rompen todos y cada uno de sus huesos, para darle un renacimiento y hacerlos flexibles a su cambio dragón.

Hay niños que pueden soportarlo. Eijiro y Mina, junto a otros niños, lo han hecho y sus esplendorosos dragones fueron magníficos.

Otros niños, apenas si viven luego de eso.

Kyoka lo soportó, pero perdió el control y terminó hiriendo de gravedad a su padre y asesinando a su madre, sin tener consciencia de lo que había hecho o siquiera comprender cómo lo hizo.

Mitsuki lidió con todos aquellos que la veían como amenaza, incluso del cruel líder anterior, consciente de que ella jamás lo habría hecho por voluntad propia y la cuidó como si fuera su hija, ayudándole en todo lo que podía a su padre.

Tal vez eso desencadenó la amistad entre Katsuki y Kyoka.

Una amistad llena de insultos por parte de él e ignoraciones por parte de ella.

Se querían bastante, aunque ninguno lo dijera y terminaran queriendo matarse.

Cómo esa vez cuando discutieron sobre los destinados.

—Esa mierda no existe, tonta —había dicho un Katsuki de dieciocho años recién cumplidos—. Eres una cursilona.

Kyoka le lanzó una espada de madera que este esquivó con burla.

—Si existe, ya vas a ver. ¡Vas a encontrar a tu destinado y no vas a poder vivir sin esa persona!

—Ay si, como no. A la mierda.

Ella se reiría mucho cuando el destinado de Katsuki apareciera. Y le diría un muy burlesco «Te lo dije».

Sonriendo ante los recuerdos de ese alfa idiota, siguió avanzando por el arroyo que daba camino al asentamiento de su tribu. Todos estarían muy contentos cuando vieran la abundante caza que había logrado llevar.

Pronto llegó, saludado a todos los que veía. Los niños corrieron a su alrededor, contentos porque la omega había llegado a tiempo para el festival y deleitar a todos con su hermosa voz.

—Mira qué tengo aquí —dijo, poniendo la carne fresca sobre la mesa de Hanta, que la observó asqueado al ver como sangre había salpicado en su recién lavada ropa—. Espero una buena comida por mi esfuerzo.

—¿Qué esfuerzo, Kyoka? —reclamó el pelinegro, bufando para retirar los animales de la mesa y echarlos en una gran fuente de madera—. Fue el rey del bosque quién hizo volver a los animales, y tú salpicaste mi ropa, ew.

Ella frunció el ceño. —¿Quién?

—El rey del bosque vino aquí y tuvo un duelo con Katsuki por los alimentos y la caza excesiva —resumió el alfa—. Ahora están hablando de cosas, pero según me dijo Eijiro, él fue quién volvió a traer a los animales.

Verde Jade (Katsudeku + Omegaverse) Where stories live. Discover now