Capítulo 1

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Como ya era costumbre, me desperté gracias al sonido del despertador, hoy sería el partido contra Suiza.

– Buenos días papá – le dije una vez llegué al comedor.

– Buenos días, ¿cómo has dormido? – preguntó él con una sonrisa.

– Bastante bien, estaba agotada tras el viaje – le sonreí.

– Buenos días míster, buenos días Laia – saludó Jordi Alba.

Los dos saludamos con una sonrisa, tras todos estos años, se podría decir que tengo mucha confianza con algunos de los jugadores.

– Necesito que les hagas masaje a... – dijo mi padre mirando su libreta – Álvaro Morata, Azpilicueta y Pedri.

– De acuerdo – sonreí.

Este año había empezado a estudiar fisioterapia, desde pequeña me había llamado la atención.

Siempre que tenían que sacar a un jugador del campo, me quedaba mirando como era atendido y como después de un rato, los fisios tenían que entrar en acción.

La pasión por el fútbol la había heredado de mi padre, que tras ser jugador, se dedicó a entrenar equipos.

Al terminar el desayuno, volví a mi habitación para lavarme los dientes y contestar algún que otro mensaje.

Salí y me dirigí a la habitación de Morata, toqué y me abrió Thiago Alcántara.

– Hola Thiaguito – saludé.

– ¿Qué tal pequeña Laia?

– Bien, necesito a Álvaro, ¿está por aquí? – pregunté con curiosidad.

– Si, está hablando con Alice, ¿quieres pasar?

Asentí con una sonrisa y entré en la habitación, vi a Álvaro tumbado en la cama con el móvil entre sus manos, cuando me vio, me enfocó con la cámara y saludé a la italiana.

– ¡Hola Alice! – dije con energía.

– La saludas con más alegría a ella que a mi – se quejó Thiago – a mi me conoces desde que eras una renacuaja.

– Deja de quejarte Alcántara – le saqué la lengua.

– Ya me pedirás algo... – dijo entrecerrando los ojos.

– Álvaro, lo siento si interrumpo la llamada, pero te toca masaje – informé.

– No pasa nada, te llamo más tarde amor – le dijo a su mujer.

Álvaro y yo salimos de la habitación para ir a la sala de masajes, allí se encontraba Lara, mi compañera.

– ¿Sabéis donde está Thiago? – preguntó la rubia.

– Estaba en la habitación – informó Álvaro.

– Será idiota... – rodó los ojos – habíamos quedado a esta hora para el masaje.

– Pues parece no acordarse – reí ante el despiste de mi amigo.

Lara salió de la sala algo molesta, seguramente iba en busca del jugador de Liverpool.

– Súbete a la camilla – ordené.

El me hizo caso e hice mi trabajo, sus gemelos estaban mucho más cargador de lo normal y eso podía llegar a darle una mala experiencia.

Cuando terminé de hacerle el masaje a Álvaro, llamé a Azpi quien tenía una pequeña contractura.

– ¿Tienes a más? – preguntó Lara.

– Si, falta Pedri – me estire algo cansada – ¿y a ti?

– Unai.

Las dos charlamos un rato hasta que los dos jugadores entraron, tumbandose en sus respectivas camillas.

– Buenos días Pedri – sonreí al acercarme – ¿hoy has dormido bien?

– Un poco mejor que ayer, si – sonrió – gracias por preguntar.

– No es nada.

Puse mis manos sobre la espalda desnuda de Pedri, este chico era una de las nuevas joyas del equipo, estaba orgullosa de que mi padre le hubiese puesto el ojo a él.

– ¿Preparado para el partido de hoy?

– Como en todos los partidos estoy un poco nervioso, pero si juego espero hacerlo bien y no decepcionar a nadie – dijo con calma.

– Es imposible que decepciones a alguien, estas trabajando muy duro y ahora eres uno de los mayores orgullos del equipo – animé.

– Gracias Laia.

Terminé el masaje justo para la hora de comer, limpié un poco en compañía a Lara y salimos las dos para ir al comedor.

Después de comer comenzaron los entrenamientos y tras horas, el partido contra Suiza había comenzado.

El partido había quedado empatado 1-1, obligando a jugar la prórroga, aún así, el marcador no había cambiado, por lo que era la hora de los penaltis.

Los penaltis comenzaron con España, el primero en tirar sería Sergio Bisquets que por desgracia había fallado dándole al palo.

Continuo Suiza con Gavranovic, él sí había metido el gol, poniéndolos por delante en el marcador.

Dani Olmo fue el siguiente, él sí metió gol y eso hizo que el marcador volviera a estar empate.

El tiro de Schar fue parado por Unai Simon, haciendo que me levantará de mí asiento gritando todo lo que le amaba en estos momento.

La tensión volvió al ambiente cuando el tiro de Rodri fue parado, haciendo que todos los del banquillo nos pusiéramos más nerviosos aún.

El aire volvió a nuestros pulmones cuando Unai hizo un paradon ante el tiro de Akanji y Gérard Moreno logró marcar.

Rubén Vargas fue la siguiente víctima de Unai, el cual había hecho otra parada, haciendo que todos gritaramos ilusionados.

Crucé los dedos cuando vi a Oyarzabal acercarse al balón, si él marcaba, estaríamos oficialmente en las semifinales de la eurocopa.

– ¡GOOOOL! – gritamos todos cuando Mikel marcó.

– ¡Papá estamos en semis! – grité abrazandole.

– ¡Ya lo sé mi niña! – me devolvió el abrazo.

Cuando todos se habían relajado un poco, corrí hasta Unai Simon y le abrace, dándole millones de felicidades por el partidazo que se había marcado.

– No hace falta que me felicites más, de verdad – habló el portero con diversión.

– ¡Es que lo hiciste genial! – dije dando unos pequeños saltos mientras aplaudía.

Vi a Pedir hablar con Morata, me acerqué a ellos y abracé por la espalda al más joven.

– ¡Que estamos en semis! – grité abrazandolo un poco más fuerte.

– ¡Pero que me matas al niño! – gritó Morata con diversión.

– Sois increíbles, habéis devuelto la ilusión a todos el mundo – dije separandome de Pedri para ponerme a su lado.

– Aún así no debemos de confiarnos – habló Pedri.

– Lo sé, pero que hayáis llegado hasta aquí ya es un logro, sois increíbles chicos – guiñe un ojo.

Volvimos al hotel, los chicos estaban totalmente agotados, había sido bastante tiempo en el campo y bastante tensión acumulada.

– Pedri – llamé antes de entrar a la habitación – buenas noches y descansa, te lo mereces.

– Muchas gracias Laia – habló él dándome un abrazo – buenas noches.

Me quedé viendo como el moreno desapecia de mi vista, negué con la cabeza al sentir como un idiota sonrisa se había dibujado en mis labios.

[…]

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