Capítulo 22

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La ilusión se iluminaba en las caras de todos los jugadores y aficionados, hoy sería la final de los juegos olímpicos, España contra Brasil.

La motivación y las ganas por conseguir la medalla de oro, son evidentes.

Pero no todo era alegría e ilusión en estos momentos, habían avisado la salida de Messi del Barcelona, dejando al fútbol de luto.

– Laia, atiende a Ceballos, por favor – avisó Luis.

Caminé a la sala de los fisios, allí me encontré con Dani y le hice el masaje que necesitaba, cada vez se encontraba mejor.

– Bueno viejo, he terminado – me burle de él ya que es su cumpleaños.

– ¿He escuchado bien? – preguntó entre cerrando los ojos.

– La edad ya te hace perder audición eh – comencé a reír.

– Eres una asquerosa – dijo riendo él también.

Ambos volvimos con los demás, dentro de unas horas sería la final y los nervios estaban cada vez más presentes.

Mi cabeza en estos momentos solo le daba vueltas a una sola cosa, el embarazo de Aurora.

No me quería poner en la peor situación, pero cabía una posibilidad de que fuera lo que yo estaba pensando.

– ¿Estás bien, peque? – escuché la voz de Dani Olmo.

– Claro que si – le sonreí.

– ¿De verdad? – preguntó poniendo su mano en mi hombro – te he visto un poco decaída.

– Pensaba en el embarazo de Aurora y de quién podría ser el padre – suspiré – Pedri estuvo con ella...

– No pienses en ello ahora – dijo – no quieras que la prensa saqué conclusiones que no son, si te ven decaída empezarán a inventar cosas.

– Tienes razón – asentí.

(...)

Ver a los chicos con su medalla de plata sobre el cuello me llenaba de orgullo, Brasil nos había ganado 2-1.

– ¡Sois la hostia! – grité mientras me subía a la espalda de Unai.

– ¡Que susto, Laia! – dijo Unai.

– Lo siento – me reí.

Miré a Pedri y a Dani, los dos charlaban y reían, me encantaba la amistad que habían formado ellos dos.

– No puedo estar más orgullosa de todos vosotros – me bajé de la espalda de Unai y ahora me acerqué a Pedri y Dani – hola.

– Hola, mi niña – saludó Pedri.

Sin ni siquiera tiempo para reaccionar, Pedri juntó sus labios con los míos, haciendo que todos los presentes comenzarán a aplaudir y gritar alguna que otra cosa.

– Te quiero – dijo cuando nos separamos.

– Y yo a ti – le abracé.

– Todos nos dábamos cuenta de cómo os mirabais, pero está bien que nos lo hayáis demostrado – sonrió Dani – ya sabes que me caes muy bien, que te adoro y todas esas cosas – miró a Pedri – pero como la hagas algo te juro que no sales vivo.

Todos nos reímos ante las palabras de Dani, habían sonado como un hermano sobre protector.

– No le haré nada, nunca me lo permitiría – informó Pedri.

– Me da pena... – dije cuando me dí cuenta de lo que se vendría ahora.

– ¿De qué hablas? – preguntó Eric.

– De que ya no va a ser lo mismo, ahora no nos veremos todos los días, estamos tan acostumbrados a vernos todos los días durante tanto tiempo que... – suspiré.

– En septiembre nos volveremos a ver – Unai hizo una pausa – o eso espero – sonrió.

Asentí, nos dimos un gran abrazo grupal y nos fuimos con Luis de la Fuente, él nos daría instrucciones de lo que tendríamos que hacer.

Pasaría unos días en Madrid con mis padres y luego viajaría a Barcelona, por lo que me habían dicho, la idea de mi padre era pasar una temporada en Asturias.

– Iré a recoger las cosas – dije estirandome – ahora vuelvo.

– ¿Quieres que vaya a ayudarte? – preguntó Pedri.

– Cómo quieras – sonreí.

Ambos subimos a mi habitación, entre risas recogimos y colocamos algunas cosas.

Ahora estábamos tumbado en la cama, Pedri estaba de lado, acariciando mis mejillas mientras que yo mantenía mi mirada en el techo.

– ¿En qué piensas? – preguntó acercándose para darme un beso en la mejilla.

– En nada – sonreí – solo pensaba en todo el tiempo que voy a estar sin mis padres y hermanos cerca – mentí.

Mi cabeza le daba vueltas a la pequeña posibilidad de que Pedri fuese el padre de aquel niño que crecía en Aurora, pero lo que menos quería ahora era estropearle el día.

Me abracé a Pedri, le dejaba pequeños besos por su cuello, él me estrechaba más contra su cuerpo si eso era posible.

– ¿Qué me has hecho, Pedri? – pregunté aún en sus brazos – yo era fría y tú... tú has sacado mi lado más cursi y asqueroso.

Las carcajadas de Pedri resonaban por la habitación, yo también reí y me elevé un poco para atrapar sus labios.

– Laia... – dijo él en medio del beso – ¿por qué no vienes a vivir a mi casa? – hizo una pausa – está mi hermano, pero así tampoco estarás tan sola, por lo menos las primeras semanas.

– No os quiero molestar – acaricié sus mejillas – pero gracias igualmente.

– No nos molestas Laia, Fernando te quiere con locura y yo... – hizo una pausa – yo solo deseo que estés a mi lado siempre – susurró a centímetros de mis labios – Te quiero tanto Laia...

Nuestro labios volvieron a juntarse, podría estar así durante horas, Pedri me había hechizado.

Me había enamorado completamente del canario, su increíble personalidad, sus ojos, sus labios, su nariz, todo su ser era maravilloso.

– Será mejor que bajemos – dije al separarnos – te quiero.

Los dos salimos de la habitación, nos reunimos con los demás y nos dirigimos al aeropuerto para volver a España.

[…]

Sempiterno Where stories live. Discover now