Capítulo 2

7K 236 22
                                    

En el avión de camino a España, me senté junto a mi padre, hablamos sobre lo contentos y orgullosos que estamos del equipo.

– A partir de ahora no quiero que actúes como fisio con la selección – soltó de repente.

– ¿Por qué? – pregunté confundida.

– Te recuerdo que aún no has terminado los estudios requeridos, ya te había avisado que harías unas pequeñas prácticas para que te fueras acostumbrando.

– ¿Es por qué he hecho mal algo?

– No, ya te he explicado el por qué Laia, no tengo porque repetirlo – dijo con seriedad.

Asentí con la cabeza, tenía toda la razón, ni siquiera había acabado con mis estudios sobre fisioterapia.

(...)

Llegamos a España, cogí mis maletas y caminé junto a mi padre, varios periodistas estaban por allí intentando reclutar a algún futbolista.

Después de unas cuantas horas llegamos a casa, fui directamente a mi habitación para guardar las cosas.

– Papá – dije sentandome junto a él en el sofá – se que no os acompañaré en las semifinales, pero prométeme que si llegáis a la final me harás un hueco para poder veros.

– Me encanta ese espíritu futbolista que tienes hija – puso una de sus manos en mi hombro izquierdo – te prometo que si llegamos a la final, te llevaré con nosotros.

Los dos nos giramos a la puerta, Sira acababa de llegar a casa con su típica mochila, estoy segura de que acaba de llegar de practicar hípica.

– ¡Laia, papá! – gritó lanzándose a nuestros brazos – por lo que he visto vamos a semifinales, ¿no?

– ¡Si! – dije emocionada – ¿donde está mamá?

– Está sacando algunas cosas del coche – dijo dejando su mochila a un lado – en la comida os tengo que dar una noticia.

– ¿Buena o mala? – preguntó papá elevando una ceja.

– Buena papá, buena – contestó mi hermana mayor.

Cruce miradas con mi padre, los dos levantamos los hombros y salí para ayudar a mi madre.

En la hora de la comida nos sentamos todos juntos, le sonreí a mi hermana dándole a entender que ya quería saber sobre la noticia.

– Bien, quería comentaros una pequeña cosa – empezó con una gran sonrisa – voy a mudarme con Paco.

– Otra hija que se nos va – dijo mi madre con algunas lágrimas – creceis demasiado rápido.

– Mamá no dramatices, solo me voy a mudar, yo vendré a verte a menudo y tu puedes ir a visitarme siempre que puedas – le dio una cálido abrazo.

– Primero Pacho, luego tú y en unos años ella... – dijo refiriéndose a mi – una pena que no pueda decir lo mismo de Xana... – sollozo.

– No saques el tema de nuestra hija – dijo mi padre con seriedad – que Sira se idependice no es nada malo, en algún momento tendría que ocurrir.

– Papá tiene razón y Sira también, os vais a ver muy a menudo – sonreí.

– Lo sé y lo siento, pero tengo miedo de perderos a alguno de vosotros...

Desde la muerte de mi hermana pequeña, Xana, mamá a estado paranoica, no nos dejaba solos ni cinco segundos, cada día nos decía lo mucho que nos quiere.

Las noches para ella son un infierno, las imágenes de mi hermana dentro de una caja de la que sería imposible salir, corrían por su cabeza.

Papá siempre intentó ser más fuerte, para evitar afectarnos más aún, pero se que estaba igual de dañado que mamá.

– No me va a pasar nada mamá – sonrió Sira – ¡abrazo grupal!

Papá y yo nos acercamos a ellas y les abrazamos, las lágrimas de mamá corrían por sus mejillas tan rápido como Mbappe se mueve por el campo.

– Ya está, no quiero llorar más – dijo cogiendo una servilleta.

El resto de la comida pasó con tranquilidad, decidí salir al jardín para jugar con el balón.

Escuché el timbre de casa, por lo que decidí ir a abrir, elevé una ceja al ver gran parte de la plantilla.

– Nos ha invitado tu padre – explicó Llorente.

– Pasad – sonreí y me hice a un lado para dejarlos pasar – ¡papá! – llamé.

El asturiano bajó las escaleras hasta llegar donde estábamos todos, Sira también apareció y con alegría les dio un abrazo a todos.

– Les he invitado a pasar la tarde en casa, ellos también necesitan desconectar, no os molesta, ¿no? – preguntó papá.

– ¿Por qué nos iban a molestar, cariño? – preguntó mamá llegando – si queréis meteros a la piscina podéis dejar la ropa por aquí.

– Gracias – agradecieron los que se encontraban allí.

Me senté en un columpio que teníamos en el jardín, viendo como todos se divertían en la piscina, una sonrisa se dibujó en mis labios, todos ellos siempre se habían portado muy bien conmigo, incluso algunos como Busquets, Jordi, Thiago... me habían cuidado desde más pequeña.

– ¿Por qué no vas a la piscina?

Miré a mi izquierda, Pedri acababa de sentarse a mi lado con una pequeña sonrisa.

– Porque me lo paso bien viéndoos a vosotros – sonreí – y que creo que si entro ahí voy a acabar ahogada – los dos reímos.

– ¡Vamos a entrar! – dijo el con energía mientras que se levantaba y cogía mi mano.

– De verdad que no hace falta – reí.

Sin ni siquiera darme tiempo a actuar, ya me encontraba sobre el hombro de Pedri como si fuera un saco de patatas.

– ¡Pedri! – grité entre risas.

Él saltó al agua, haciendo que los dos terminaríamos en la piscina junto a los demás.

Rodee sus hombros con uno de mis brazos mientras que pasaba mi mano libre por la cara.

– Ahora ya estás fresquita – bromeó.

– Mister, ten cuidado con este – bromeó Morata.

– Cierra el pico, Álvaro – dije lanzandole una mala mirada.

– ¡Pelota va! – gritó Olmo lanzando una pelota a la piscina.

Hicimos equipos, en uno estaban Morata, Thiago, Laporte y Azpilicueta, en el otro estamos Llorente, Unai, Pedri y yo.

Pasamos la tarde en la piscina, jugando a cualquier cosa y haciéndonos bromas entre nosotros.

Mi madre decidió hacer una parrillada para cenar, convenciendo a todos ellos a que se quedaran con nosotros.

– Laia ve a por él agua, por favor – dijo mi madre.

Me levanté y entré a la cocina, allí se encontraba Marcos con su teléfono entre las manos.

– Hola – saludé con una sonrisa para después sacar el agua – ¿no vienes?

– Si, ahora voy – contestó con una sonrisa.

Deje las botellas de agua sobre la mesa y me senté entre Álvaro y Thiago, ellos dos ya habían comenzado a comer.

– En verdad os envidio – hablé – coméis demasiado, pero mirad que cuerpos tenéis.

– ¿Que te esperabas? Hacemos mucho deporte – dijo Azpi con una sonrisa – igualmente tenemos que cuidar mucho todas las comidas, pero un día es un día.

Después de la cena, todos se fueron a sus respectivas casas, por lo que decidí ir a ducharme y después a dormir, había sido un día agotador.

[…]

Sempiterno Où les histoires vivent. Découvrez maintenant