Capítulo 12

5K 184 25
                                    

Pedri y yo estábamos esperando a Fernando, él había ido a comprar algunas cosas.

– ¡Eres un tramposo! – me quejé.

– ¡Laia, eso fue gol! – dijo el mientras se reía – eres como una niña – besó mi cabeza.

– Es que vamos 4-1 – crucé los brazos e hice un puchero.

– Lo siento, pero no te voy a de dejar ganar – sonrió.

Volví mi vista a la pantalla, Pedri era bastante bueno jugando y me estaba ganando de paliza.

Cuando terminó el partido, me negué a jugar más veces, odiaba perder y que encima se rieran de mí como lo estaba haciendo Pedri ahora.

Me tumbé en la tumba intentando ignorarle, pero me fue imposible cuando él se posicionó encima mía, usando sus brazos como apoyo para no aplastarme.

– ¿Estás enfadada mi niña? – preguntó con inocencia, yo no le respondí – no seas boba.

Acercó sus labios a los míos para poder juntarlos, pero no eran beses intensos, eran picos en señal de que no me enfadara por un maldito juego.

– ¿Sigues enfadada? – susurró.

– Dejame seguir pensándolo – puse mi mano en su nuca y me empujé para que volviera a mis labios.

Ahora que nos había probado, me parecía imposible separarme de ellos, eran como una droga de la cual nunca quería deshacerme.

– ¿Y ahora?

Le regalé una sonrisa y comencé a acariciar su cara, me pare a observar como rincón de ella, como si fuera una niña curiosa.

Sus ojos decorados con esas largas pestañas, esa nariz que para mí era perfecta, esos labios carnosos que ya tanto me gustaban...

– Me quiero ir a Barcelona – solté de golpe.

– ¿Qué? – preguntó confundido y quitándose de encima mía.

– Me quiero ir a Barcelona – repetí – quiero continuar mis estudios allí.

– ¿Por qué?

– Porque quiero estar más cerca tuya, puedo seguir con mis estudios allí.

– ¿Estás segura que va a ser mejor para ti?

– Si, estaré estudiando lo que más me gusta y mientras tanto podré verte – sonreí.

– Si estás segura de esa decisión, yo estaré más que encantado de recibirte todos los días que puedas – me acarició la mejilla izquierda – Te quiero Laia.

– Te quiero Pedri – confesé con una sonrisa.

– Para los juegos olímpicos, ¿vendrás con nosotros?

– Si, por lo menos los primeros partidos si – informé – volveré a reencontrarme con Marco Asensio.

– ¿Os lleváis bien?

– Claro que si, aunque teníamos nuestros piques sobre cuál es el mejor equipo, si el Barça o el Madrid.

Los dos charlamos un rato más hasta que llegó Fernando, le ayudamos a colocar las cosas y tras prepararse, nos fuimos a comer a un restaurante.

La verdad es que todo estaba buenísimo y ahora estaba completamente llena.

Dedicimos dar un paseo por la zona, no podía parar de reír con Fernando, era bastante bromista, sobre todo con Pedri.

Durante el paseo, Fernando nos hablaba sobre Maria, una chica que había conocido hace un tiempo en una fiesta, desde aquel día no habían dejado de hablar y por lo que parece, Fernando está enamorado de ella.

– ¿Y por qué no te lanzas? – pregunté.

– Porque no es tan fácil – dijo con una mueca – ¿como os lanzasteis vosotros?

– El primer día que llegamos – dijo Pedri con diversión.

– No se como lanzarme a ella, pase lo que pase no quiero perder esa conexión que tenemos – confesó.

– ¿Tu crees que si haces algo vas a perder la conexión? – pregunté.

– Eso es lo que me pregunto yo, puede que sea aún más grande la conexión o puede que pase a ser inexistente – contestó.

Pedri y yo intentamos darle algún que otro consejo, Fernando era un buen chico y rechazarlo sería una gran tontería por parte de la chica.

La tarde pasó con rapidez, las horas que había pasado con los chicos habían sido increíbles, me encantaba ser el lazo tan fuerte que ellos dos tenían.

Discutían, pero a los cinco segundos ya se necesitaban, por lo que uno comenzaba a abrazar a el otro.

Y es que para mí, una de las cosas más importantes son los hermanos, ellos estarán para ti siempre, te apoyarán en tus peores momentos y aunque a veces tienes ganas de matarlos, no sabría que hacer sin ellos.

Cuando Xana se fue, sentí impotencia por no haber podido hecho nada, ella nos había dejado a una corta edad y con el corazón en pedazos.

Llegamos a casa muertos de calor, el calor que hacía aquí no se comparaba para nada con el de Madrid, Asturias o Barcelona, este calor era mucho peor.

– Me estoy muriendo, voy a darme una ducha de agua fría – avisé.

– Pero si no hace tanto calor – dijo Fernando.

– Te recuerdo que soy asturiana, para mí este calor es como estar en el mismísimo infierno, ya me cuesta soportar el de Madrid, como para soportar este – dije mientras utilizaba mi mano como abanico.

Entre a la habitación, cogí ropa nueva y me di una ducha con agua fría, ducha la cual me había revivido ante el calor.

Me puse frente al espejo y me hice una coleta, así el pelo tampoco sería una molestia.

Aproveché para llamar a Irene, la cual me estaba haciendo una especie de interrogatorio, cuando me había dicho que le iba a tener que decir lo que había hecho en cada hora, no mentía.

– ¿Entonces estáis juntos ofialmente? - preguntó ella.

– No, aún no somos pareja como tal – expliqué.

– No puedo estar más feliz por vosotros dos – comentó emocionada.

– ¿Que tal está Ferran?

– Muy bien – sonrió – ahora estaba esperando a por Valeria, tiene que devolverme una plancha del pelo.

– ¿A vuelto a perder la suya? – pregunté con diversión.

– ¿Cuando no pierde cosas esa mujer? – se escuchó un timbre – ahí está, te dejo Laia, buenas noches preciosa.

– Buenas noches princesa.

Dejé el móvil en la mesilla, bostece y decidí dormirme, hoy estaba bastante cansada y quería recuperar las fuerzas.

[…]

Sempiterno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora