V E I N T I C I N C O

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Poché se recuperó a pasos agigantados. Cada semana se fortalecía y confiaba más en su capacidad para caminar. La transformación fue increíble de ver, Calle tuvo que contener las lágrimas cada vez que Poché daba otro paso, cada vez más fuerte y más segura después de meses de estar sentada en una silla de ruedas.

Calle y Valentina alternaban llevando a Poché a sus sesiones de fisioterapia, ambas observando a Poché caminar, primero agarrándose a las barandillas y luego sin ellas, con orgullosas miradas en sus caras. Tardaba mucho en llegar, pero lentamente se puso de pie. Hubo días en que tuvo algunos contratiempos y tropezó con sus propios pies, riéndose mientras se estrellaba contra el suelo. Luego volvería a levantarse, decidida a mantenerse erguida. Lenta pero segura, aprendió a caminar de nuevo.

Llegó el invierno otra vez. El frío helado y los vientos aulladores no fueron suficientes para amortiguar el buen humor de Poché, especialmente con la Navidad a la vuelta de la esquina. Especialmente en este particular jueves por la mañana cuando se levantó de su silla de ruedas por última vez, con una gran sonrisa en su rostro mientras la guardaba.

-¡No puedo creerlo, soy libre! -Poché se rio, tirando de Calle hacia ella mientras su cara se arrugó. Calle se rio con ella, dejando que Poché la abrazara con fuerza. Se apartó un poco, besándola rápidamente antes de que su expresión se volviera seria.

-En realidad quiero hablar contigo sobre algo, ahora que estás oficialmente de pie -le dijo Calle, con una mirada nerviosa en su rostro mientras se sentaban a desayunar.

Poché la miró perpleja -¿Qué pasa? Te ves preocupada.

Calle se mordió el labio, metiendo la mano en el bolsillo de su pijama mientras tomaba un sorbo de su café. Su mano salió, apretada alrededor de algo pequeño.

-Sé que que sé que te dije que te quedaras aquí porque tenía un ascensor y podría cuidarte más fácilmente, y ahora que ya no necesitas el ascensor, puedes volver a tu propio apartamento -balbuceó Calle -Pero no tienes que hacerlo, quiero decir, ¿Podrías... puedes mudarte conmigo? Pero sólo si tú quieres. -Extendió su mano hacia Poché, abriendo lentamente los dedos para mostrarle la pequeña llave plateada ubicada en el centro de su palma.

Calle miró a Poché con los ojos muy abiertos y un pequeño pliegue entre las cejas, preocupada de que Poché quisiera más espacio ahora. Para Calle, era todo lo contrario, no quería volver a que Poché sólo tuviera un cajón y tener que alternar entre sus apartamentos para quedarse.

Poché sonrió ampliamente, dejando escapar una risa ahogada, y Calle se dio cuenta de que tenía los ojos llenos de lágrimas. Estiró la mano hacia adelante, levantando la llave. Durante los últimos meses, había estado tomando la llave de repuesto cada vez que salía con alguien que no era Calle, y la devolvía tan pronto como llegaba a casa. Ahora, ella tenía la suya.

-Te amo -susurró Poché, medio levantándose de su asiento para inclinarse hacia adelante y besar a Calle, saboreando el café amargo en sus labios.

-Creo que tengo que empezar a empacar -Poché sonrió, mordiendo su tostada. El rostro de Calle se dividió en una amplia sonrisa, llena de alivio y amor.

*****

Limpiaron la mitad del armario de Calle, dejando espacio para la ropa de Poché. Calle compró algunas estanterías para su oficina, y pronto las paredes estaban cubiertas de cientos de libros de Poché. Por la noche, después de que ambas habían terminado el trabajo, Calle se sentaba detrás de su escritorio, terminando algunos trámites, y Poché sacaba un libro de los estantes y se acurrucaba en el sillón, leyendo hasta que lograba alejar a Calle de su computadora y llevársela a la cama.

S E Ñ A S  [Caché] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora