F I N A L

10.6K 505 94
                                    

Era mitad del verano, dos años después del día en que Calle vio por primera vez a Poché.

No el primer día que se conocieron, pero la primera vez que Calle entró en la biblioteca y vio a Poché apilar libros entre los estantes. Poché no sabía el significado de este día; ella era ajena mientras cantaba en voz alta junto con la radio mientras conducía.

Sorprendentemente, ella era una buena cantante, y Calle sonrió mientras la miraba detrás del volante. Hace unos meses, Poché había obtenido su licencia, finalmente superando la barrera final en su miedo; los autos.

El sol cayó sobre ellas cuando dejaron la ciudad detrás de ellos. Era la mitad del día y tenían un largo camino por recorrer.

-Estás mirando de nuevo -dijo Poché, volviéndose para mirar a Calle. Sus lentes cubrían sus ojos, pero Calle sabía que se arrugarían en las esquinas.

-Me gusta mirarte -le dijo Calle, levantando una de las manos de Poché del volante y besándola en la parte posterior. Poché puso los ojos en blanco, sonriendo ampliamente mientras se concentraba en el camino.

-Entonces, ¿cuándo vas a decirme a dónde vamos? -Poché preguntó, levantando una ceja y volviendo la cabeza ligeramente en dirección a Calle

-Te lo diré cuando lleguemos allí -sonrió Calle, asimilando la expresión frustrada de Poché.

Fue una sorpresa, algo que había planeado para Poché porque sabía que lo disfrutaría, aunque Calle no lo hiciera.

*****

Les llevó horas.

Condujeron por el desierto, disfrutando del calor del sol mientras conversaban y Calle escuchaba a Poché cantar cada vez que se escuchaba una canción que le gustaba.

Todo estaba bien en el mundo, y ninguno de las dos quería estar en ningún otro lado. Era difícil imaginar que hace dos años, Calle tenía miedo de apegarse, de amar a alguien, y Poché no podía hablar y no había podido superar el trauma de su infancia. Parecía que a Calle la habían hecho amar a Poché, bañarla de amor y afecto, y en estos días Poché hablaba sin parar, llenando cada silencio con su burbujeante charla. Calle apenas podía recordar una vida sin la voz de Poché en ella.

Cuando llegaron allí, Calle sospechaba que era tres tonos más blanca, y ya temía su decisión. Estaba tan asustada y tal vez un poco nerviosa cuando se detuvieron donde Calle le indicó. Salieron, estirando las piernas después de estar sentadas en el auto por tanto tiempo.

-¿Ahora qué? -Poché preguntó, mirando el paisaje sin rasgos distintivos. Había algunas rocas gigantescas a cien metros de distancia, y mucha arena, pero además de eso no había nada.

-Por aquí -dijo Calle, tendiéndole la mano para que Poché la tomara.

El sol brillaba en el horizonte cuando Calle las condujo hacia las rocas; la puesta de sol estaba casi a la mano. Era espectacular la vista, sin nada que las interrumpiera. Ninguna de las grandes luces de la ciudad para ocultar las estrellas había caído una noche.

Las rocas se hicieron más grandes cuanto más se acercaban, y con cada paso Calle se ponía más nerviosa. Ella agarró con fuerza la mano de Poché, buscando consuelo y tranquilidad. Ella nunca dejaría que le pasara nada malo.

De cerca, las rocas eran fácilmente de cien pies de altura, proyectando sombras gigantes, que fueron bienvenidas después del abrasador calor del sol. Aun así, Calle las condujo hacia adelante y las sacó del otro lado de las rocas.

Poché se protegió los ojos del sol y dejó escapar un grito de sorpresa cuando vio la vista. A una docena de metros de distancia, un hombre estaba parado junto a un globo de aire caliente medio inflado, la fuente del miedo y la ansiedad de Calle.

S E Ñ A S  [Caché] Where stories live. Discover now