O C H O | S E D U C T O R A 👠

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«No podía dejar de mirarla a los ojos

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«No podía dejar de mirarla a los ojos. Parecía algo que necesitaba hacer»

Klaus

Una pareja explosiva entró en aquel restaurante alejado de todo, adentrándose en un pequeño pueblo donde lo más interesante que había pasado en ese mes fue que su alcalde había dimitido por sus escándalos sexuales con su secretaria.

Todas las personas que se encontraban en ese local pequeño, incluidos los trabajadores, observaron a la rubia deslumbrante, con la cual un hombre alto y atractivo no se separaba de ella. Parecían una pareja sacada de una revista, con la diferencia de que estos eran reales y no disimulaban sus imperfecciones.

Ágata observó el lugar admirada, saludando educadamente a los trabajadores y dejando que la mano de Klaus, la cual estaba en la parte baja de su espalda, la guiara hasta la única mesa que estaba vacía en ese instante.

Incluso los hombres que estaban sentados en la barra tomando alguna cerveza, se giraron para mirar aquella belleza y ni la mirada asesina de Klaus funcionó para que la retirasen.

El guardaespaldas le abrió la silla de madera y la joven se sentó, dejando su cartera y su libro de lectura sobre la mesa. Ágata no le quitó la vista de encima a Klaus, el cual parecía conocer a todos los trabajadores, incluido el dueño, de ese pequeño local.

Los ojos marrones de Ágata se clavaron como lapas en el cuerpo fornido de su guardaespaldas, quien a esas alturas ya solo deseaba deshacerse del traje. Y este, como si nada, se retiró con tranquilidad la americana, colocándola sobre la silla y la joven rubia apretó la mandíbula admirando las vistas que le estaba regalando el alemán.

Una canción de Two Feet, titulada «Love is a bitch» sonaba de fondo, como si el momento fuese el adecuado para aquella pareja.

Los músculos de ese hombre se marcaban bastante sobre la camisa, para luego, aun de pie, ir remangándose la camisa poco a poco, casi contando Ágata las veces que él lo hacía en cada manga y, entonces, vio como el arma que tenía Klaus escondida salió a la luz. Analizó cada movimiento de él, incluso como se echaba el cabello oscuro y algo canoso hacia atrás y tuvo que dejar de mirarlo ya que se empezaba a retorcer en su silla, apretando sus piernas entre sí como si el latido que sentía entre sus piernas no fuera a parar por culpa de ese hombre que tenía frente a ella. Y el cual había echo gala de lo fuerte que era hacía media hora.

Ágata miró hacia la carta que había en la mesa y, mientras ella estaba centrada mirando cada plato, Klaus aprovechó para mirarla. Era indudable que esa mujer era hermosa, tanto que a Klaus lo dejaba con la boca seca, pero no podía dejar de pensar que era su clienta y que era una regla muy valiosa y que debía ceñirse a su trabajo.

Era más que prohibida. Era como aquella manzana prohibida, que jamás debía probarse.

Y entonces no pudo evitar recordar que ella, lejos de toda esa belleza y esa elegancia, lo salvó hacía media hora de alguien que casi podía haberlo dejado mal herido. No lo vio con exactitud, pero cuando quiso hacerlo en el ascensor, ya Ágata lo tenía inmovilizado en el suelo con un fuerte dolor de huevos.

PROHIBIDA [+18]  ✔️ (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora