144. IDEAS + CUADERNO [Julián/Martín]

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*con cada actualización, se me van acabando las ideas jaja este es un poco crack :v por cierto, Oliver es como el Valentino pero de los Beavers 🤔

La ceniza cayó en el arbusto y su madre se daría cuenta de que seguía fumando. Julián aspiraría la ventana más tarde. 

—Mil pesos bien gastados— Ciro comentó. Apretó las teclas y chasqueó la lengua.

—Sí, así que me tendrás que llevar comida a la escuela desde mañana. Estoy en la quiebra. Si mi mamá sabe que gasté el dinero que se suponía era para comer, me quedaría sin orejas de lo fuerte que las va a jalar. 

—Solo te llevaré comida si me dejas jugar después de la escuela hasta terminar el juego. Ya sabes que mi mamá cree que los videojuegos son del diablo y me obligará a ir a misa.

Julián asintió. Ciro regresó su vista a la computadora. Apagó el cigarro y lanzó la colilla al cesto de basura. Estaba a punto de cerrar la ventana cuando vio al ser más hermoso que había visto en toda su existencia. ¿Estaban lloviendo ángeles o era un hombre extremadamente guapo? El hombre cargó cajas y las llevó adentro de la casa que hasta ese momento estaba vacía. Julián se asomó por la ventana, e iba a caerse si no tomaba distancia, pero, Julián quería seguir viendo al sujeto. Había experimentado el amor a primera vista, pero, no así. 

—¿Qué diablos hacés allí? Te vas a…¡Carajo, Julián!

Ciro alcanzó a agarrarlo de un pie. La bermuda se atoró en el marco de la ventana, en un clavo salido para ser exactos.

—¡No me dejés caer! ¡No me dejés caer, por favor!— Julián rogó.

—Es lo que estoy intentando, imbécil de mierda. ¿Querés dejar de moverte? 

Ciro tenía la silla encima, por lo que tampoco podía hacer una maniobra para subir a uno de sus amigos más idiotas.

—¡No lo estoy haciendo a propósito!— Julián gritó— Siento que estoy desnudo.

—Tenés las bolas y el culo al aire, tarado— Ciro lo sabía porque la bermuda estaba en las pantorrillas de su amigo.

—¡¿Qué?!— Julián cubrió su hombría, confirmando que sí, nada estaba cubriendo su parte de abajo.

Los chicos de primaria que pasaron en bicicletas por la acera, se rieron a carcajadas, haciendo comentarios hirientes sobre su miembro y grabando. Estos mocosos de ahora, Julián pensó.

—¡Qué pija tan corta! Esto va a ser viral.

—¡Pidan ayuda, mocosos del infierno!

—¿De verdad la tenés así de chiquita?— Ciro se rió.

—¡No!— Julián exclamó— Es de tamaño normal— Julián unió las cejas, claramente humillado— Maldita sea, Ciro, ayúdame.

—¿Qué crees que estoy tratando? Me atoré con la silla y si saco mi pie, la computadora se caerá.

—Gracias por no tenerme en tus prioridades. ¡Me voy a caer!

Julián sintió el verdadero terror cuando el sujeto que había robado su corazón y el causante directo de su desgracia en ese momento, se acercó, con el rostro pacífico, como si un adolescente no estuviese colgando de la ventana, posiblemente a un paso de la muerte si su cabeza golpeaba el piso. Él hombre de origen divino tenía el celular pegado a la oreja. Al menos, no lo estaba grabando.

—¡Súbeme! ¡Súbemeee!— Julián imploró.

—¡Dejá de moverte, la concha de tu madre!

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No, ¿por qué siempre le ocurrían desgracias? Cayó al piso. Los arbustos amortiguaron su caída pero sintió dolor en su brazo y en sus piernas. En realidad, todo su cuerpo estaba adolorido, incluso su rostro. Y para joder más su día, el hombre guapo lo cargó en sus brazos y Julián se desmayó.

///

La fractura de su brazo tardaría en sanar seis semanas. Julián se alegró al escuchar que sus piernas estaban bien, a excepción de moretones y raspones. Su padre pasó por él, y cuando su madre regresó del trabajo, Julián nunca la había escuchado tan molesta y preocupada a la vez. 

Julián bebió agua, y la pastilla en su lengua hizo el camino a su estómago. Reposaría en casa una semana. Se perdería el partido contra los átomos, su antiguo equipo, pero en su estado, no podría ser de ayuda, y solo le daría motivos al entrenador para que le diera entrenamiento extra.

Tendría que enviar los deberes, pues el brazo roto era el izquierdo, y al menos en esa situación, desgraciadamente no había sido el derecho, que era con el que escribía. Era agotador manejar el móvil con una sola mano, así que Julián lo dejó sobre la mesita. De todas formas, la batería estaba al veinte por ciento.

Julián suspiró. A pesar de que estaba solo en su cuarto, le daba vergüenza pensar en el hombre que lo llevó al hospital. Así no era como Julián quería conocerlo. No quería contar en el futuro, que había conocido a su novio en pelotas. Lo que él quería era contar una historia que pondría muy debajo a cualquier película romántica jamás hecha. Pero, no. 

Se asomó por la ventana. Las luces prendidas del hogar mostraban que los ocupantes todavía no habían ido a dormir. 

Julián cerró los ojos. Estaba molesto, no recordaba que se sentía estar en los brazos de su salvador, y tampoco sabía su nombre. 

///

Ciro se sentó a su lado. Estaba serio, avergonzado, y no lo miraba a la cara.

—¿Qué tenés?

—Nada— Ciro alzó los hombros.

—¿No venís a jugar?

Ciro negó.

—Me siento culpable.

—No tenés porqué. Más bien, gracias a vos estoy aquí, y mis heridas no fueron tan graves y podemos seguir jugando.

Ciro respiró profundo. Julián lo abrazó. Hubiese sido una caída con peores resultados si Ciro no hubiera estado con él. Y aunque Julián amortiguó la caída con su brazo, de verdad estaba agradecido con su amigo, por salvarlo a él y a su computadora.

—¿Qué carajos estabas pensando?— Ciro cruzó los brazos.

Julián sonrió. Ciro lo llamaría un estúpido. Su madre así lo llamó, y hasta mandó a poner barandales en la ventana.

—Estaba viendo al vecino nuevo.

—¿El que te llevó al hospital? ¿El de lentes y con tatuajes?

Julián afirmó con la cabeza. 

—Se ve un poco antipático. Y parece que tiene esposa y un hijo.

—¿Qué?— la expresión de Julián se volvió sombría.

—¿No la viste?

—No— Julián todavía no empezaba y ya había sido derrotado.

—Aunque, el bebé no se parece nada a él. Es muy risueño.

Ciro notó el cambio de humor en su amigo. Le tocó un raspón.

Historias cortas y otras no tan cortasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora