18. MISTERIO [Diego/Francisco]

649 41 6
                                    

Shiya, cómo amo a estos bastardos.

Llevaba fórmula y pañales. Tres botes grandes de leche en polvo y, a veces, ropa. Lo veía y otros días, no. El hombre, vestido de una manera costosa, se quedaba observando las latas de leche hasta que se decidía por una. En ocasiones llevaba más de tres biberones. Fue fácil deducir que era padre.

Se volvió costumbre buscar al hombre misterio en el super, pero en lapsos de tiempo lo veía y luego no. El miércoles por la noche, arrancó la lista de la compra del block amarillo. Ese día, vio al hombre con un bebé en su pecho, de aproximadamente siete meses, él hablaba con el bebé.

—¿Si? ¿Quieres de espinacas o zanahoria?— el hombre le preguntó, diferente acento marcado, a lo que el bebé acarició la barbilla de su progenitor y balbuceó— Bien. Quieres de frutas, ¿verdad? Será de frutas.

Francisco se dio media vuelta, sintiéndose culpable ya que el hombre portaba un anillo en el dedo anular. De seguro, una esposa hermosa y amorosa lo esperaba en casa. Debía de olvidar al hombre, que en un principio no le parecía importante.

Cambió de supermercado. Uno más lejos, donde no vería al hombre misterioso. Y lo logró, el tiempo pasó y su mente desechó la imagen del sujeto muy al fondo.

Con el nacimiento de su hija, vino la muerte de su esposa. Justo allí, Francisco entendió el ciclo de la vida. También, entendió que estaba solo y que debía cuidar de una personita que no podía cuidarse sola. Así que lloró la muerte de su esposa un día, y al siguiente, se convirtió en un papá.

Abrochó el portabebé a su espalda. Zoé dormía con el chupón en la boca. Habían sido tres meses duros. Isabel le había prestado su ayuda, pero ya era momento de seguir por su cuenta.

No registró que llegó al supermercado que solía venir antes de casarse. Estaba demasiado cansado como para notar ese tipo de detalles.

Pañales, chupetes nuevos y otro biberón. Al llegar a la leche, no supo cuál escoger. La última no le había caído bien a Zoé. Quitando las tres marcas de fórmula que ya había probado, aún quedaban ocho marcas por probar. ¿Cuál sería la indicada?

—Te recomiendo la de tapa azul. Le ayudó a Lorenzo, tenía problemas al digerir— el hombre misterioso le dijo. El pequeño tomado de su mano, debía de ser Lorenzo, se ocultó en la pierna de su papá.

—Gracias.

—No es nada. Sé lo que es no saber.

—Espero le ayude. Sin su madre, la leche es su único alimento.

—Lo siento— el sujeto dedujo lo que le había pasado a su esposa.

—Está bien. Vamos a estarlo, ¿verdad, Zoé?— la bebé había despertado.

—Eso espero— el hombre misterioso sonrió, y con él, Francisco— Hasta luego.

Francisco no tuvo oportunidad de decir cualquier oración, sin embargo, el misterio persistía. No sería por mucho.

Gracias por leer.

Historias cortas y otras no tan cortasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora