94. HIELO [Alfa/Ulises]

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Los golpes le llovieron por todo el cuerpo. Cubrió su rostro con sus manos. Cuando los golpes cesaron, Ulises se levantó con lentitud, su cabeza giraba y sentía el mareo en la base de su estómago. Se quedó sentado en el pavimento, al menos hasta que su cabeza dejara de girar. Se limpió la sangre de la nariz en la camisa sucia. Su mamá sufriría un paro cardíaco si lo veía en ese estado.

—Estás sangrando…

—Ya lo noté, Sherlock— tal vez, el chico se acercó a él para prestar su ayuda, pero, uno, Ulises estaba en un lugar que no conocía en lo absoluto y, dos, todo el cuerpo le dolía. Tenía el derecho a quejarse.

El chico le dio la espalda y comenzó a caminar.

—Oye, tío, espera. ¿Puedes ayudarme? Estoy perdido y unos hijos de puta dejaron inservible mi celular— el aparato quedó con la pantalla estrellada. Era el tercero del mes y su madre le advirtió que no lo compraría otro más, pero, que el teléfono haya terminado así no había sido su culpa. O sí, porque él provocó a los chicos.

El extraño regresó. Ulises veía borroso, así que no pudo ver el físico de su ayudante, y la escasa luz del alumbramiento público tampoco le hizo fácil el conocer a su salvador. Cuando el extraño le ayudó a pararse, notó que era más grande que él.

—¿Dónde vives?

Cuando Ulises le dijo la dirección, el chico alto resopló.

—¿Qué hacés acá? Tenés que ser imbécil para andar por aquí, a menos que quieras que te roben hasta la virginidad.

Ulises se hubiera reído, sino fuese por el dolor en sus costillas.

—Vine a una fiesta, pero mis supuestos amigos me abandonaron allí. Y, no hay nada que puedan robarme. Hice un comentario y no se lo tomaron a broma.

Aunque Ulises trató de hacer plática, el chico solo respondía con asentamientos, o monosílabos. Después de andar por calles que Ulises no conocía, el chico se detuvo frente a una casa de dos pisos.

—No vivo aquí.

—Ya sé. Aquí vivo yo. Pensé que sería mejor tomar un taxi y llevarte, pero antes, debo limpiar tus heridas. Pero, si querés te llevo ahora mismo.

—No. Está bien. Mamá no puede verme así.

El chico asintió. Ambos entraron a la casa. Dentro, Ulises se sentó en el sillón, pues así se lo indicó el moreno.

—Y bueno, ¿cuál es tu nombre?— Ulises aceptó la bolsa de hielo. Habían lastimado su hermoso rostro.

—Alfa. Ahora, quédate quieto. Va a arder un poco.

—¿Alfa? Ese no es un nombre. 

Alfa pasó el algodón sin delicadeza. Ulises se quejó.

—Hombre, ¿por qué te has enfadado?

Esta vez, Alfa fue delicado. Las bolitas de algodón se fueron amontonando en el suelo. Ulises sintió caliente sus mejillas cuando Alfa se acercaba demasiado. Y cuando se ponía nervioso, hablaba hasta por los codos.

—¿Cuál es tu nombre verdadero?

—¿Qué te importa? No te muevas, o hazlo, si querés sufrir es tu problema.

Ulises siguió insistiendo, incluso después de que su cara estuviera limpia, sin embargo, "Alfa" ignoraba todo aquello que no quería contestar.

—Si querés saber mi nombre es Ulises. Ulises Zabaleta. 

Alfa no hizo comentario alguno.

—¿Qué tan mal se ve mi rostro? ¿Sigo siendo guapo? Joder, duele.

Alfa lo miró, y como ya estaba limpio y en un lugar seguro, Ulises pudo observar al chico. La mirada lo hacía sentir bajo disección.

—¿Podés callarte por cinco minutos? Llamaré al servicio de taxis.

—Gracias por todo lo que has hecho. Mamá de seguro te dará una buena recompensa por cuidar de mí.

—No lo hice para recibir algo a cambio. 

Minutos después, el taxi llegó. Ulises cerró el libro de medicina con notas adhesivas en la mayoría de páginas. Alfa lo ayudó a subir al auto. Pensó que Alfa no iba a acompañarlo, pero luego él se subió por el otro lado. Alfa le dio la dirección, y el auto arrancó. Al llegar a su hogar, Federici estaba allí, esperándolo. Oh, era verdad, se había escapado para ir a la fiesta porque estaba castigado por haber fallado el examen de matemáticas por tercera vez. De nuevo, Alfa lo ayudo a bajarse.

—Cuídate, rubio tonto— Alfa volvió a subirse al taxi, y le pidió al conductor que regresara a su casa.

—Ey, espera, no te he agradecido— el auto ya iba lejos, y Ulises se quedó con las ganas de agradecerle como era debido. Pero, su instinto le decía que lo volvería a encontrar, pero esperaba que en otras circunstancias.

* Gracias por leer, sus comentarios y votos (✪㉨✪)

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