22. La caída de John Davis

2.7K 384 623
                                    

Capítulo 22:

La caída de John Davis.

***
Cierro la puerta con seguro y vuelvo a tomar a Dean del rostro para pegar mis labios a los suyos.

—Cuando dijiste que querías un tiempo a solas conmigo no creí que fuera esto.—murmura sobre mi boca.

—¿Te estás quejando?

—Para nada, pero aunque me encante el sabor de tus labios sobre los míos, me gustaría que otras partes de nuestro cuerpo hagan contacto.

—¿Qué partes precisamente?

Me da la vuelta para que mi espalda se presione en su pecho, su mano desciende desde mi vientre hasta mi zona íntima, a pesar de que estoy totalmente vestida.

—Esto sería mucho mejor sí no tuviéramos ropa—murmura cerca de mi cuello—. Aunque eso no evita que te pueda escuchar.

Su mano hace presión una y otra vez; con la otra toca mis pechos por debajo de la camisa que utilizo.

—Apuesto a que tus labios están entreabiertos.—sigue tocándome y se presiona más sobre mi cuando trata de verme el rostro en nuestra misma postura.

—Ah, Dean.

—Me gusta la forma en la que dices mi nombre, házlo de nuevo.

Pienso no darle ese gusto para molestarlo, pero desabotona mis jeans y hace contacto directo con mi piel.

—Dean.—me restriego contra él, y ambos caminamos hacia atrás hasta pegar en la pared.

—Ahora tú me acorralas—susurra—, las vueltas que da la vida.

—No es lo mismo—suelto un jadeo—, no estamos frente a frente y tus manos están muy concentradas en mi cuerpo.

—Me gusta esta forma.—besa mi cuello.

Ambos soltamos quejidos hasta que mis piernas se debilitan y prácticamente caemos sentados, aún presionados en la pared.

—¿Viste que si valió la pena estar a solas?—digo y mantengo mi cabeza recostada en su pecho.

—Si, aunque no volver a estar contigo desde aquella noche es una tortura.

—Eso en parte es tu culpa, no te quieres quedar cuando te lo digo.

—No es que no quiera, no he podido.

Frunzo el ceño con algo de confusión.

—¿Y qué pasas haciendo en las noches como para no poder?

—Eso no es lo importante, de todas formas salimos en las madrugadas.

Me volteo para verlo y noto que bajo sus ojos hay ojeras.

—Tienes ojeras, como sí no estuvieras descansando bien.

—Son hereditarias, nada del otro mundo.

—No las tenías antes.

Cierra sus ojos y suspira un poco.

InefableWhere stories live. Discover now