Capítulo 3

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Presente

Cuando termino de vestirme me siento un rato en la banca a pensar. Sin poder contenerme, saco de mi mochila la flor de origami que me ha acompañado por más de un año. A esta altura, no sé por qué la conservo ni por qué me transmite tanta paz y tranquilidad cuando la persona que me la dio hace mi vida imposible y hace que los demás lo hagan también. Si Damon supiera que aún la conservo y aún la admiro en silencio en mis momentos de soledad me aplastaría como la cucaracha que siempre soy en su zapato.

Suspiro y la vuelvo a guardar, recordando con un poco de tristeza los momentos previos al inicio del año escolar anterior, anticipando el último que comenzaría el lunes. No quería volver a la escuela, un lugar que para mí era el centro de todos los males de mi existencia. Usualmente podía evitar a todos durante las vacaciones; el equipo de hockey no entrenaba y solo tenía que soportar a Evangeline y a sus secuaces. El resto de las chicas solo me hacían la ley del hielo.

Lamentablemente y para mi mala suerte, la escuela era un cuento completamente opuesto. Durante ocho horas diarias era el periodo de tiempo en el que cualquiera podría tener tiempo para ser un idiota. Generalmente no me importaba mucho lo que me decían, pero eso tampoco significaba que quisiera escucharlo.

Las cosas se ponían más difíciles cuando Damon estaba involucrado. Era gracias a él que todo el mundo me odiaba, porque al ser capitán del aclamado equipo de hockey de la ciudad tenía a toda la escuela comiendo de sus manos. Si Damon me odiaba, todos me odiaban, y considerando que él parecía tener una clase de repulsión especial hacia mí, todos estaban más que contentos con hacerme pagar por lo que sea que le hubiera hecho a su aclamado capitán.

Damon me ignoraba la mayor parte del tiempo, a pesar de que su gélida mirada de odio absoluto siempre estaba posada en mí cada vez que hacíamos contacto visual. El gran problema aparecía las pocas veces que decidía meterse conmigo personal y directamente. Sus palabras eran brutales y desestabilizantes.

Y yo tenía que ser masoquista, porque mi corazón jamás reflejaba lo que mi cabeza decía.

Mi cabeza decía corre, mi cabeza decía tenle miedo. Damon Hunter había arruinado una vida ya arruinada y la había hecho de alguna forma aun peor y cada vez que estaba cerca de él sentía que me iba a desmayar de la angustia. Su presencia me provocaba querer correr al otro lado del país y no volver, y todas sus acciones durante el último año habían cavado mi tumba social y me habían dejado en el abismo del cual intentaba cada día salir sin éxito.

Pero mi corazón. Oh mi estúpido, desesperado y asqueroso corazón que quisiera arrancar de mi pecho.

A mi corazón no le importaba el tipo de atención que le diera Damon Hunter. Negativa o positiva, era atención al fin y al cabo, y latía por cada una de sus miradas y palabras. Mi corazón se había quedado estancado en el primer día en que nos conocimos y en aquellas pocas horas previas al inicio escolar que había esperado para reencontrarme con él en las que me había ilusionado a tal punto que era insano.

Esas expectativas se vieron rápidamente no solo aplastadas, sino que lapidadas contra el duro y frío suelo. Damon no era quien yo había creído, y como si no pudiera ser peor, me odiaba.

Damon me odiaba, y no tenía idea por qué.

Stone cold touchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora