Capítulo 42

4.5K 344 50
                                    

Una semana después, estoy acomodándome mis patines cuando mi celular suena. Como cada vez durante la última semana, tengo la esperanza de que será Damon, pero como cada vez también, termino decepcionada al ver que no es él. Salió del hospital hace dos días, aunque no ha vuelto a la escuela y según Ash no espera volver hasta dentro de un par de días más.

—¿Hola?

—Hija, por favor, no cortes. Esto es urgente.

Me quedo muda cuando escucho la voz de papá del otro lado de la línea. Quiero cortar el celular tan rápido como puedo, pero esta es la primera vez que papá me encuentra con la guardia baja. El identificador de llamadas había detectado su nombre las pocas veces que había intentado contactarme en la última semana, pero no había esperado que me contactara de un número desconocido.

—Sé que me odias, y es por eso por lo que quiero arreglar las cosas contigo.

—No quiero tener esta conversación contigo, papá.

—Hija, cometí un error, y haré lo que sea para solucionarlo.

—¿Lo que sea? Abandona la cacería de brujas que estás realizando contra los Hunter y consideraré algo de lo que digas.

Hay un silencio en la línea.

—Sé que crees que los Hunter están de tu lado, hija, pero son personas malas. ¿Crees que esto es una cacería de brujas? Tengo pruebas contundentes para demostrarte que no lo son.

—¿Las mismas pruebas contundentes que tenías cuando le aseguraste a mamá que no la estabas engañando? Por favor, papá, ¿crees que puedes jugar a este juego conmigo? No soy tan ingenua como lo era hace dos años.

—Puedo darte lo que más anhelas, solo tienes que ayudarme.

—Entonces no comprendo. ¿El objetivo de esta llamada es pedir mi ayuda o mi perdón? Comienzo a confundirme —finjo desentendimiento.

—Puedo darte lo que más quieres en el mundo.

—No hay nada que quiera que tú puedas darme.

—Hay una cosa, hija. La clasificación a los Juegos Olímpicos de la Juventud. Es tu sueño, ¿no?

—Incluso si tuvieras la intención, no puedes hacer nada respecto a eso.

—Puedo jurarte que puedo. Veámonos para cenar, y te contaré todo.

—Tengo que admitirlo, siento curiosidad por saber qué cantidad de estupideces saldrán de tu boca, pero sigo sin creer que sea una buena idea.

—Haremos un trato: ven conmigo a cenar, escucha lo que digo, y le daré a tu madre 15.000 dólares para que pueda subsistir durante lo que queda del año.

Me quedo en silencio un momento. El dinero no podría comprarme a mí de ninguna forma, ¿pero por mamá? Si ese dinero significaba que mamá podía trabajar solo un trabajo y no matarse con turnos imposibles hasta que fuera a la universidad, entonces no podía descartarlo.

—¿Solo por escucharte?

—Solo por escucharme. No tienes que aceptar la propuesta que te haré, solo venir.

—Está bien, pero quiero ver ese dinero en la cuenta de mamá al final del día, o juro que haré de tu vida un infierno, papá.

—Es una promesa, hija.

—Tengo entrenamiento hasta las seis. Nos veremos a las 7:30 en el restaurante de Bizzo en Puerto Daran. Tú pagarás la comida.

Elijo a propósito uno de los restaurantes más caros que conozco, y papá acepta sin titubear.

Stone cold touchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora