Epílogo - Parte II

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Damon

Seis años después

Blakely Hunter sigue siendo tan maravillosa como la primera vez que la vi junto al lago cuando solo tenía 16 años.

Elegante.

Generosa.

Perfecta.

Es todo lo que puedo pensar mientras la veo patinar a través de la enorme pista de hielo. Las luces me ciegan, pero no a ella. A Blake la hacen más grande y majestuosa mientras se desliza y se mueve como solo ella sabe hacerlo con una elegancia que no es de este mundo. A cada aterrizaje el público estalla en aplausos y yo miro de forma nerviosa como los jueces anotan en sus libretas.

Su sonrisa es tan cegadora mientras se mueve al ritmo de la música que cualquiera diría que no está nerviosa en lo absoluto, a pesar de haberme dicho todo lo contrario justo después de vomitar la mitad de su almuerzo en los vestidores.

Sabe lo que se está jugando.

Blake sigue saltando y deslizándose y a pesar de que luego de varios años juntos aún no entiendo del todo cómo evalúan cada uno de sus movimientos, sé que lo está haciendo perfecto. He estado con ella a cada paso del camino, al menos cuando no tenemos que irnos al otro lado del país para seguir nuestros sueños de hockey y patinaje, y sé que se siente segura en cada estocada de sus patines.

Es perfecto, y el público está de acuerdo porque recibe una ovación en pie cuando la música acaba y Blake cierra su acto recostada contra el frío tacto del hielo contra sus hombros y piernas desnudas.

—¡Fue maravillosa! —grita mi madre a Marie a través del ruido del público, sin parar de aplaudir. Por supuesto, la madre de Blake está llorando, demostrando en cada centímetro de su rostro lo orgullosa que está de su hija. David, su pareja de hace tres años, está a su lado abrazándola.

—¿Qué puntaje necesita? —me pregunta papá.

—Sobre 306.90 —le respondo con más ansiedad de la que quiero aparentar.

—¡Será medalla de oro! Y le va a ganar a tu medalla de plata, perdedor —Ash se voltea a verme y me muestra el dedo del medio.

Ninguno me dejaría olvidar que mi equipo había perdido en la final olímpica hace cuatro años y que Blake no había podido participar por estar lesionada. Ella había estado tan triste durante esos meses que había tomado todo de mí hacerla feliz, o al menos menos miserable.

Lo que no entendían era que cualquier éxito de Blake me daba incluso más felicidad que cualquiera que fuese mío.

—No seas un idiota —Fred le da un golpe en el brazo a mi primo, que de pronto se distrae cuando comienzan a anunciar los puntajes.

Todo el mundo está mirando la pantalla como si su vida dependiera de ello, pero yo solo puedo mirar a mi Blakely. Está junto a su entrenadora mirando hacia la pantalla gigante que anunciaría su destino, nuestro destino. Su único sueño podría hacerse realidad hoy o tendríamos que esperar otros cuatro años.

Pero sé que el puntaje es más alto cuando Blake suelta un grito y comienza a saltar en sus patines, abrazando a Martha, su entrenadora, que apenas puede contenerla en sus brazos.

Lo logró.

Nuestra familia estalla en aplausos y gritos y Marie apenas puede contener su llanto.

Mi hermosa chica lo hizo.

Cumplió su sueño. Nuestro sueño.

Cuando finalmente podemos acercarnos a darle nuestras felicitaciones, Blake apenas puede contener su propio llanto también. Todos estamos abrazándola y diciéndole lo orgullosos que estamos de ella y todo lo que ha logrado.

—No puedes empezar a entender lo feliz que estoy —murmura contra mi pecho mientras me abraza con fuerza. Tenemos tres cámaras encima grabando cada uno de nuestros movimientos, pero solo puedo pensar en lo feliz que es Blake.

—Puedo hacerme una idea. Eres la mejor.

—No puedo creer que esto esté pasando.

—Créelo, porque está pasando, y eres famosa alrededor de todas las cadenas de transmisión del mundo.

Cuando finalmente Blake está detrás del podio esperando por las premiaciones, su rostro me dice que ha caído en su nueva realidad: su sueño se ha hecho realidad y es campeona olímpica y una abogada excelente también que advoca todo su tiempo libre a ayudar a víctimas de abuso sexual. No hay nada que ella no pueda hacer.

—Y la medalla de oro es para Blakely Hunter, representante de Canadá —anuncia el presentador y una mujer vestida en un traje típico le entrega a Blake su medalla y un ramo de flores.

Todo el mundo está aplaudiendo, pero yo solo puedo estar quieto en mi lugar mientras miro y memorizo cada una de sus expresiones y sonrisas, plasmándolas para siempre en mi corazón y en mi vida. No recordaba haber estado tan feliz.

Enseguida el himno de Canadá termina y Blake baja de su podio, corre hacia mí, envolviéndome en un fuerte abrazo mientras pétalos de flores zamarreadas saltan por todos lados.

—Desde ahora, veremos en casa la retransmisión todos los días —dice entre lágrimas contenidas.

—Todos los días, a todas horas. Incluso haremos que Loki la mire —le regalo una sonrisa—. Felicidades, Blakely Hunter, eres la mejor del mundo.

—Y la más afortunada.

—No, cariño —le doy un beso en la frente—. Ese soy yo.

FIN

Stone cold touchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora