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capítulo uno. casa del hijo naciente
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HABÍA HABIDO DUDAS sobre el regreso a Nueva Orleans, una ciudad que tenía el futuro de la fiesta. Nueva Orleans era conocida como Crescent City, la más fácil, donde la gente buscaba en las calles músicos, bailarines, magos o cualquier entretenimiento que pudiera encontrar. unto a los de atributos talentosos estaban los turistas, disfrutando de una noche normal en el Barrio Francés para los ciudadanos de Nueva Orleans. Lo que les faltaba a esos turistas y algunos ciudadanos era el conocimiento de lo que se movía entre las sombras de Nueva Orleans, sobre la música, los cantos y los gritos de gozo, para algunos apenas se notaba.
La música que recorría las calles del Barrio Francés había sido tan fuerte que los que entraban a la frontera la habían captado. El redoble de los tambores y el golpe de las trompetas hicieron que una chica, que no pensaba ni en su pasado ni en su futuro en el Barrio Francés, se agarrara con fuerza al volante de su Camaro negro 1969, hasta donde sus nudillos se habían puesto blancos. Las ruedas del Camaro negro rodaban sobre pequeñas rocas que se levantaban del suelo, dejando de ser parte del cemento que se extendía a través de los caminos que conducen a una mansión vintage blanca que estaba lejos de la música y el ruido que venía del barrio.
Si era posible, los nudillos de la chica de clase alta se habían vuelto más blancos a medida que los recuerdos que deseaba haber podido dejar atrás, resurgieron debido a la mansión que una vez fue su hogar. Su pie había cambiado al freno de su Camaro para detenerse detrás del vehículo rojo propiedad de una rubia que se había colocado el teléfono celular en la oreja con la esperanza de escuchar a uno de sus hermanos mayores, Elijah Mikaelson. —Elijah —Rebekah Mikaelson habló bruscamente a través del teléfono mientras se empujaba fuera de su auto, lo que había provocado que una vacilante Esme Browne hiciera lo mismo—. Si no contestar tu teléfono es parte de tu inteligente plan para llevar no solo a mí sino a Esme de regreso a esta ciudad olvidada por Dios, entonces bien hecho. Estamos aquí, y estoy preocupada. Ahora contesta antes de que patee tu maldita puerta.
Cuando Rebekah colgó el mensaje de voz que dejó a su hermano con irritación, su atención se centró en su amiga que se pavoneaba a su lado mientras los tacones de sus botas altas golpeaban el pavimento que conducía a las escaleras, había una expresión de preocupación escrita en su rostro debido a a ese silencio que vino de Elijah exigiendo el retorno de ambas. —Bueno —el silencio de la mujer inglesa se había roto antes de que eligiera quedarse en la puerta principal—. No escuchar nada de Elijah desde que nos dijo que regresáramos a esta ciudad, es reconfortante —El sarcasmo en el tono de su voz había hecho que los ojos de la rubia se pusieran en blanco antes de empujar la puerta principal que conducía al vestíbulo y donde ambas chicas fueron recibidas por otra que bajaba las escaleras con un atizador de fuego como defensa.
El rostro de la morena se endureció ante el acercamiento de Esme y Rebekah, no había nadie a quien estuvieran esperando, y estaba bastante confundida con el asombro casual de lo que se suponía que sería su hogar. —¿Quién diablos son ustedes?
