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capítulo ocho. nueva orleans, reino del dolor
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KLAUS GOLPEÓ EL tenedor que tenía en la mano contra la copa de vino que encajaba con lo que había imaginado con una celebración diferente a la de los vampiros que rodeaban la mesa. Tener a Mikaelson a cargo no era un sueño que hubieran deseado, pero era el de Klaus, había estado esperando el día en que se haría cargo del imperio de Marcel y finalmente sucedió. Esme se sentó entre los vampiros y la licántropo al lado de quien se sentó sabiendo que Hayley solo la conocía a ella entre los otros, se sentaron con ellos en la mesa del comedor que se hizo para celebrar la victoria de Klaus la otra noche. Cuando el sonido metálico resonó en el medio del recinto, hizo que Klaus se convirtiera en el centro de atención mientras se ponía de pie creyendo que les debía un discurso a todos, incluso sabiendo que lo odiaban.
Esme suspiró mientras descansaba en su asiento odiando la reunión en la que Klaus había ordenado demostrar que estaba tomando un gran control sobre el Barrio Francés. A Browne le había resultado un poco imposible haber salido de cenar con gente que no le agradaba. Se había notado su distancia de Marcel, evitaba estar en la misma habitación que él, hacer contacto visual y hablar con él pero Klaus lo hizo imposible con la cena que había convocado que los reunió a todos.
—Comencemos con un brindis por nuestro regalo compartido: la inmortalidad —Esme puso los ojos en blanco mientras sus dedos recorrían su cabello sabiendo que a Klaus le estaba gustando demasiado el sabor del poder—. Después de 1,000 años, uno podría esperar que la vida se sintiera menos intensa, que sus bellezas y su dolor disminuirán con el tiempo, pero como vampiros, sentimos más profundamente de lo que los humanos podrían imaginar... —Hizo un gesto hacia los camareros, había obligado a cada uno a estar al lado de un vampiro—. Necesidad insaciable, dolor exquisito... —Esme arqueó una ceja a los camareros que se arremangaron antes de cortarse las muñecas para que la sangre se vierte en los vasos. La Browne se burló de su copa que había sido llena de sangre mientras se preguntaba en qué tipo de cena estaría sentada—. Nuestras victorias y nuestras derrotas. Por mi ciudad, mi hogar recuperado. Que la sangre nunca deje de fluir.
Marcel había elegido unirse al brindis haciendo que la cabeza de Esme temblara. Regresó a Nueva Orleans para luchar por el poder. —Y la fiesta nunca termine —Gerard dijo mientras levantaba su copa para unirse al híbrido en vítores.
—Por Nueva Orleans —Diego levantó su copa mientras se unía al brindis.
—Por Nueva Orleans.
La cabeza de Esme se sacudió mientras levantaba su vaso. —Por salir de esta ciudad —Murmuró para sí misma.
—Entiendo que algunos de ustedes pueden tener preguntas sobre el reciente cambio de poder, y los invito aquí esta noche para asegurarles que no están derrotados —Las cejas de Esme se fruncieron en confusión mientras se preguntaba qué había estado conjurando Klaus y qué había sido desconocido para ella—. No. Mis intenciones en el futuro son celebrar lo que tenemos, lo que Marcel, de hecho, se adueñó y lo convirtió en esto: una verdadera comunidad de vampiros —La mano de Klaus se posó en el hombro de Gerard para alabarlo por lo que había hecho desde la ausencia de Mikaelson.
