day with my wife

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2035, Seúl

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2035, Seúl.

¿Quieren sentir que es tener de esposa a una persona cómo lo es Im Nayeon?, pues déjenme decirles que jamás lo soportarían. No me malinterpreten mi esposa es magnífica pero aveces alguien raro la invade. Estaba levantándome de la cama cuándo ya la escuchaba caminar por toda la cocina, moviendo cosas de diferentes estantes, me senté en un banquillo y la miré atenta. Aunque teníamos demasiados años juntas yo no podía ni podré dejar de pensar que es hermosa, jodidamente perfecta.

—¡Deja de estarme viendo! -pidió inflando las mejillas.

—¡Pero que preciosa eres estando molesta! Ven y dame besitos -pase mis brazos por sus caderas y aunque se quejó sabía que disfrutaba demasiado mis abrazos espontáneos.

Unas manos nos alejaron y me hicieron reír. Olivia tomó asiento en el banquillo siguiente al mío, inclinó su cuerpo buscando el desayuno.

—Oye, no puedes venir aquí cuándo quieras y esperar un plato de comida para ti -le dije, recibí un beso en mi mandíbula y una pequeña caricia en mi cuello.

—Tú sabes que si cielo, tu mami está loca, te tenía esto preparado -habló Nayeon mientras le entregaba un plato con su desayuno, Olivia me sacó la lengua, molestándome.

—Ella sólo quiere ser la mamá genial por un momento -hablé a Olivia.

Disfrutamos el desayuno las tres, hablábamos sobre los estudios de Olivia, sobre su relación con Gowon entre variadas cosas. Apenas el desayuno termino mi hija volvió a su habitación. Después de ayudarle a mi mujer con la limpieza en la cocina yo también estaba entrando a mi propia habitación. Me dejé caer en la cama y estiré mi cuerpo por el espacio que le pertenece a Nayeon.

—Hey, ¿que haces?, llegarás tarde al trabajo -su voz llena de preocupación me hizo sonreír.

—Ser dueña me da muchos privilegios, no iré hoy.

—¿Te sientes mal? -su mano palpó mi frente buscando indicios de fiebre.

—Estoy bien, sólo quiero pasar el día contigo, ¿quieres ir conmigo al cine? o podemos dar un paseo simplemente.

—¿Y si tenemos sexo? -pregunta con una sonrisita pervertida.

—¿Otra vez? Pero si apenas -...

Mis palabras quedaron en el aire cuándo me dio una mirada acusadora, sonreí mientras jugaba con el propio borde de mi blusa.

—¿Qué decías mi amor? -me cuestiono.

—Te proponía tener sexo.

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