08

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A las 5:47 de la mañana, desperté de golpe en mi cama, Dios mio, acaba de tener la peor pesadilla de mi vida y mi rostro estaba húmedo por las lágrimas inconscientes que derramé.

Por un momento me quedé inmóvil, tratando de asimilar que no era más que un sueño.

En medio del trance al que había entrado, estuve a punto de quedarme dormida nuevamente, pero no fue así.

Bendito sea el timbre de la llamada que me sacó del trance de la maldita pesadilla, bendita la persona que me llamó a esta hora.

"Llamada entrante"

Revise el número y no lo tenía en mis contactos, por un instante dude en contestar, ¿quien llamaría casi a las 6 de la mañana?

—¿Bueno?

No hubo respuesta.

—¿Hola?

Nadie habló.

—Que broma más vieja. —Dije y colgué.

De seguro era algún niño no mayor de 12 años.

Tenía clase como en 2 horas, así que llamé a Naya, espero que esté despierta.

Sonó dos veces y contestó.

—¿Dess? —La voz adormilada de Naya respondió.

—Naya, oh, lo siento no quería despertarte. —Dije apenada.

—Esta bien. -Bostezó. —Ya estaba despierta.

No pide evitar reír, claro que no lo estaba.

—¿Paso algo? —Preguntó ella.

—No, solo... —Me corté a mis misma antes de hablar de más. —Me desperté temprano y quería preguntarte si desayunamos juntas.

No respondió y escuche respiraciones suaves.

—¿Naya? —Volví a decir.

—¿Eh? —¿De verdad se había dormido? —Si, si me gusta la comida china. —No pude evitar reir.

—No fue eso lo que dije. —Exclamé entre risas. -Pregunté si querías que desayunaramos juntas.

Se lo pensó un momento. —Realmente había acordado desayunar aquí con Will y los chicos.

—Oh, esta bien, ya lo dejaremos para otro día. —Sonreí e iba a colgar.

—Puedes venir a desayunar con nosotros. —Propuso.

—No quiero incomodarlos. —Respondí apenada.

—Dess cuantas veces debo decir que no incomodas, eres mi amiga, a Will le caes a bien, Sue no te odia y Ross... —Hizo una pausa. —A Ross le agradas.

Sonreí inconscientemente cuando dijo lo último, pero apenas me dí cuenta de la sonrisa que tenía, sacudí la cabeza.

¿Porqué rayos sonreí?

—Naya no creo que... —Intente decir pero Naya habló.

—Genial, pasaremos por ti en media hora, ponte bonita. —Y sin dejarme hablar, colgó.

Sonreí, nunca podría decirle que no a Naya.

Caminé hacia el armario donde tenía mi ropa y busqué algo ligero, terminé poniendo unos joggers y la sudadera de Tarantino que había saltado del armario de Josh a mi maleta.

En los últimos días solo había usado mis botas, por lo que nisiquiera me había molestado en sacar mis tenis de la mochila.

Camine hacia la cama y saqué mi mochila de debajo de ella, al abrirla sonreí, junto a mis tenis había una pequeña foto de mi familia.

DESTRÚYEME | Jack RossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora