El muro más infranqueable... se llama Annie

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Muchos meses habían transcurrido ya del nefasto retumbar. Pero sólo entonces, cuando por fin las calles habían sido desalojadas de cadáveres y de escombros y muchas de las casas habían sido reconstruidas, Paradis empezó a recuperar el color vivo que había perdido. La maldición titán había desaparecido, pero varios guardias tenían un cerco que delimitaba la proximidad al árbol del origen de la vida, donde se sospechaba, todo había tenido un comienzo. Por lo menos los muros ya no existían, ahora la vista podía perderse a cientos de kilómetros y tener únicamente naturaleza.


Annie estaba doblando su uniforme de Policía Militar en una caja. Antes de ponerle la tapa se quedó largo rato estudiándolo... todos los uniformes habían sido ya renovados en la actualidad y Paradis había reorganizado las tropas de otra manera. El Cuerpo de Exploración ya no tenía sentido de ser pues ya no había ningún titán ni zona que estudiar especialmente, el mundo era gigantesco pero tenía las puertas abiertas a todo turista. El único problema es que la humanidad, pese a los intentos de la antigua legión, había decrecido en una cantidad indigesta. Nadie quería decirlo ni pensarlo en voz alta. Annie cerró los ojos rememorándolo. Cuando los volvió a abrir ahí estaba de nuevo su uniforme con la insignia del unicornio. Guardó la caja en su armario y sacó el nuevo uniforme de la Policía Militar.

—Annie.

La rubia movió sólo medio rostro hacia la voz, con su usual expresión de impasibilidad.

—Mikasa está ya lista fuera. ¿Vamos? —Jean se ajustó la capa al cuello. Annie asintió.


Sala de reuniones del Palacio Real


Annie observaba de reojo a la criatura recién nacida que una de las matronas se llevaba de la sala. La hija de Historia había nacido hacía escasos días, sin embargo la pequeña ya se había puesto manos a la obra con la dirección del nuevo gobierno de Paradis. No estaban acostumbrados a la palabra descanso.

—Annie, tú has sido asignada al custodio de armamento militar en el Distrito de Shiganshina. Es el más periférico y sabemos que el tráfico de droga y armas está aumentando. Tendrás que echar un vistazo e irme informando con prontitud. Armin, Mikasa, Jean y Connie tendrán el mismo destino. Se os asignará un cuartel para que viváis allí junto al resto de mis enviados. ¿Alguna pregunta?

Annie guardó silencio sepulcral. Mikasa y ella, similares en no exteriorizar jamás sus emociones, permanecieron calladas. Fue Armin quien habló.

—¿La misión durará hasta que encontremos a la mafia de Rusty?

—Así es —asintió la pequeña rubia. —Están desapareciendo mujeres y niños así que... tristemente el tráfico no sólo es de armas y de droga. Si pudiera encargarme yo misma de él, lo haría.

—Necesita reposar —alegó la matrona desde la puerta, que ya había hecho las suficientes buenas migas con la reina como para permitirse meter un poco las narices donde no le correspondía. Historia miró de soslayo a su bebé e inspiró despacio.

—Pero si tenéis la oportunidad de traerlo vivo, hacedlo. Prefiero que pase el resto de su vida en una prisión subterránea antes que acabar con su vida. ¿De acuerdo?

Mikasa asintió y se puso en pie, junto a los demás. Armin permaneció pensativo en su silla un rato más, pero finalmente también se irguió. Mientras todos se iban dispersando hacia la salida tras hacer su reverencia, Armin paró un instante a conocer a la pequeña. Le sonrió y acercó un dedo, pero la bebé parecía estar aún algo adormilada. Annie dejó de andar al contemplar la escena e Historia pasó justo por delante de ambos, girándose con una mirada divertida hacia su antigua compañera.

El devastador silencioWhere stories live. Discover now