Actuar sin pensar

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Al final, Armin pasó la semana sin ver a Annie. Una semana completa fue demasiado, casi desgarrador. A pesar de que en un principio le puso al día acerca de Hitch y Sarina, no obtuvo más respuestas por carta. Parecía tener muy claro que a pesar de todo, ya no quería estar con él ni tener amistad, cosa que lo entristeció. Quizá había conocido a algún otro soldado en Stohess, uno que le hiciera caso y que la tratara mejor. Si ese fuera el caso, jamás se lo reprocharía. Ella se merecía lo mejor.

Fuera como fuera, al cabo de esa semana regresó. Las actualizaciones de la investigación contra los bandidos de Rusty no le fueron contados ya, porque desde el principio, Armin era un peón. Lo único que el comandante le dijo en privado fue que "mantuviera las distancias con Sarina y Felicia si las veía, pero sin hacerlas sospechar".

Dos misiones adicionales hicieron más llevadera la espera, pero no fueron suficiente para que aun estando de servicio parara de pensar en ella, una y otra vez. A la rubia ya le habían empezado a encomendar otras tareas de la policía que requiriesen menos horas de cabalgar, pero se había enterado por medio de Reiner que se ofrecía a hacer horas extras y que entrenaba como la jabata que había sido siempre. Se sobreentendía que estaba prácticamente recuperada de la herida y también del astillado que tuvo en una costilla. Había estado en toda la recuperación con ella y ahora que podían hacer lo que quisieran, no quería saber nada de él.

Sarina, esclava de sus emociones, no sospechó nada de lo que ocurría y no perdió ocasión de pedirle perdón de nuevo a Armin y volver a trabajarse su confianza, cosa que Armin aceptó para enmascarar el resto de sus objetivos, y siempre con mucho cuidado.

Cuando la última misión acabara, Armin sería por fin nombrado oficialmente como comandante de la Policía Militar, tal y como Hange le encomendó antes de sacrificar su vida. Después de aquel proceso, muchos de los que protegieron al mundo del retumbar tenían también citación para convertirse en embajadores nacionales y protectores de la paz. Annie tenía todas las papeletas, junto a Mikasa, Connie, Jean y Reiner a ocupar esos puestos. Entonces todas sus vidas podrían cambiar radicalmente. Ya no tendrían que vivir obligatoriamente en el cuartel, sus misiones serían políticas y tendrían un sueldo mucho mejor para invertirlo en construir una casa y crear una familia. Además, los viajes a otros países para conocer otras culturas serían mucho más probables.

Una vida ligada a Armin, pensó una vez Annie.

Una vida ligada a Annie, pensaba Armin.

Por mucho que no desearan cruzarse, deberían habituarse a estar en continuo contacto y pasar días en los mismos barcos. Annie prefería no pensarlo demasiado.


Con el paso de las semanas pasaba cada vez menos tiempo en su habitación y más en el gimnasio, recuperando la tonificación perdida. La técnica no la había perdido ni en un ápice. Daba tanto de sí, que su fina figura no tardó demasiado en adquirir musculatura y marcar nuevamente las abdominales. Entrenaba mucho junto a Mikasa y a Reiner y eso hizo que sus resultados mejoraran mucho más deprisa. Si Annie hubiese frecuentado más su habitación y no hubiera pasado muchas noches en vela mirando las luciérnagas sobre el lago de Trost, habría escuchado la llamada a la puerta de su cuarto en varias ocasiones. Armin había intentado comunicarse con ella y buscarla, pero fiel a sus costumbres del primer año que la conoció, Annie desaparecía de muchos entrenamientos que no le interesaban y no hablaba con casi nadie. Hacía sus cosas sin avisar, se marchaba sin avisar, y las misiones de patrullaje las hacía con una dedicación algo sospechosa, a menos que se requiriera destreza peleando. Había tanto borracho y tráfico de armas en la periferia que no se podía ignorar el trabajo.


Periferia de Trost


El devastador silencioWhere stories live. Discover now