Inútil

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—Parece que la bala no ha atravesado ningún órgano. Diría que es casi un milagro —murmuró el médico cuya procedencia era Marley, y con los conocimientos lo suficientemente avanzados en medicina como para poder extraer la bala del cuerpo de la soldado. —Pero yo no cantaría victoria aún. Hemos aprovechado que estaba inconsciente para extraérsela y ha perdido mucha sangre. No ha despertado todavía.

—¿Qué cuidados necesita, doctor?

—Todos. Para empezar, la limpieza de la herida es fundamental. Procuren que no se mueva demasiado, que no haga ningún esfuerzo —el hombre dirigió una mirada por el rabillo del ojo, Annie estaba postrada en la camilla del cuartel con la cabeza ladeada, dormida. —No ha tenido fiebre y eso es buena señal. Si empieza a ponerse pálida o si despierta y pierde muy seguido la consciencia, llámenme sin tardar.

Armin asintió, con los ojos enrabiados en lágrimas ya secas, pero con el blanco de los ojos enrojecido. Había pasado cabalgando con un gran equipo de soldados las hectáreas que les rodeaban sin encontrar al culpable de aquello, y después de una guerra donde los titanes habían perecido y donde las traiciones estaban a la orden del día, sospechaba recelosamente de sus propios compañeros de cuartel. Pero no se imaginaba quién podía tener la sangre tan fría. Disparar a Annie e irse... ¿acaso ella tenía cuentas pendientes con alguien? No, se lo habría dicho.

¿Te lo habría dicho? Se autocuestionó Armin, volviendo la mirada a la postrada joven. Resignado a verla dormida. Repasó su frente con un dedo para retirarle su mechón platino de la cara. Annie parecía un ángel, sin embargo, su expresión no era pacífica. Parecía que una jauría le había pasado por encima. Cerró los ojos e inspiró hondo. No, probablemente no te lo habría dicho. No cuenta nunca nada a nadie, se respondió seguidamente. Pero no le importaba. Andaría con mil ojos si hiciera falta, no la haría pasar por algo así por segunda vez. Estaba convencido de que la persona que disparó tenía la determinación de acabar con su vida.

Esa noche no relevó la guardia con nadie. A la única que le permitió estar custodiando la puerta cuando él se iba quedando dormido fue a Mikasa, pero no pensaba dejar a Annie sola ni un minuto.


Tres días más tarde


Tres días de coma fueron los que Leonhart pasó sin un atisbo de vida. La Policía Militar llamó con urgencia al médico para entonces, pero sorprendentemente, fue esa misma mañana cuando la chica separó los párpados por fin. El miedo caló hondo en sus compañeros más cercanos, pues tres días sin comer ni beber y tan sumamente débil, sin reposición de sangre, era casi un saludo a la tumba. 

Afortunadamente, la llegada del médico fue a las pocas horas de que Annie ya estuviera con los ojos abiertos

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Afortunadamente, la llegada del médico fue a las pocas horas de que Annie ya estuviera con los ojos abiertos. A Armin se le llenaron los ojos de lágrimas cuando vio que reaccionaba a su voz, que podía hablar, que movía bien todas sus articulaciones y que se acordaba de sus compañeros. Pero se negó a soltar más de dos o tres frases desde que despertó. Estaba muy apática. Cuando pasó satisfactoriamente la revisión del cirujano, tanto el hombre como Mikasa salieron y dejaron que Armin se ocupara de ella.

El devastador silencioWhere stories live. Discover now