La calma antes de la tormenta

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—¡Armin! ¿Nos ayudas un momento? Tú eres más alto...

—¿Yo, alto? Creo que te has equivocado de Armin —dijo divertido, acercándose algo tímido a la estantería donde Sarina, Pieck y Levi se encontraban. Sarina sonrió al oírle y se hizo a un lado, señalando el libro al que ninguno de los tres llegaba. Armin elevó la mano, pero se ruborizó al ver que él tampoco llegaba, apenas lo rozaba con los dedos. Se puso de puntillas y se estiró lo que pudo, pero de pronto una mano femenina de dedos largos lo agarró por encima de él, bajándolo y ojeando la portada. Sarina dejó de sonreír al ver que aquella otra chica estaba por allí dando vueltas. Mikasa le tendió el libro a Sarina.

—Gracias —dijo fríamente, tomándolo desganada. Armin se giró rascándose la nuca con vergüenza, medio riendo.

—¿V-ves...? Mejor pídele a Mikasa la próxima.

—Sí, eso haré. —Dijo intranquila. Mikasa captó una mirada extraña de la chica y dejó de sonreírle. Miró a Armin y luego al resto, y se marchó. Levi la llamó desde la distancia y tanto él como Pieck se marcharon con ella, Pieck ayudó a mover la silla de ruedas. Al parecer, se iban por otro debate político que aún seguía inmiscuyendo al antiguo Cuerpo de Exploración. Armin había pedido unos días libres para ayudar a Annie con la recuperación y de vez en cuando leía con ella. No había habido ni una sola noche donde no descansara en su mismo cuarto colmándola de todas las atenciones posibles. Se recuperaba bien, y aunque ya había abandonado la muleta auxiliar iba agarrándose a las paredes. Se desplazaba en paseos cortos, agacharse y saltar aún eran tareas impensables y toser o estornudar le daban fuertes pinchazos.

—Oye, Armin, ¿tienes un segundo? —preguntó de repente Sarina, al verle indeciso frente a dos libros.

—Sí, claro, ¿qué ocurre?

—Bueno, verás... como sabes yo aún no me recibo como cadete... la física y las matemáticas son las asignaturas que más me están costando. ¡Son muy complicadas! Y sé que eras el mejor de tu clase... supongo que te acuerdas de lo importante que era el examen final.

—Sí, sí. A Eren también le costaba mucho la parte teórica. Y tampoco es que la física fuera muy fácil que digamos —de pronto le asolaron aquellos recuerdos de los tres estudiando cuando aún tenían quince años. Miró a Sarina con una sonrisa que desprendía simpatía, enseñando su perfecta dentadura. La chica sonrió despacio, con cierta malicia oculta.

—Bueno... pues... mi petición era que me ayudaras de cara al examen final. De verdad que quiero entrar a la Policía Militar... de lo contrario me mandarán a la Guarnición. Y yo no sirvo para estar en esa dichosa tropa estacionaria. Me aburriría el resto de mis días.

Armin se rascó la nuca pensativo, no le gustaba estar demasiado tiempo lejos de Annie, sabía que ella se aburría mucho estando en cama.

—Supongo que podría ayudarte algunas tardes. Lo tengo un poco difícil. Estoy ayudando a Annie con su recuperación y también trabajo en las misiones del cuartel, así que...

—Vaya, era de esperar que alguien como tú estuviera tan ocupado... ¡lo siento mucho! —Sarina dio un suspirito y se movió hacia las estanterías de "Física". Armin apretó el libro que tenía en las manos y se le acercó con una sonrisa.

—Tranquila. Te podré ayudar un par de días a la semana, incluso tres alguna que esté más desocupado. ¿Crees que sería suficiente, Sarina?

La chica le devolvió una mirada llena de ilusión y asintió muy rápidamente, lanzándosele en un abrazo.

—¡Gracias! ¡Graciasgraciasgracias!

Armin se puso colorado y acabó riendo, siguiéndole el abrazo.

El devastador silencioWhere stories live. Discover now