La última pieza del puzzle

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Ya hacía dos noches que Annie había partido. Como Armin aún tenía algunas prácticas que hacer para subir de rango, su papel de comandante aún seguía bajo la lupa de otros dirigentes del cuartel. No podía acceder con tanta facilidad a los archivos más secretos del estado, ni leer la correspondencia que Annie había estado enviando desde el primerísimo día. Los resultados, fueran fructíferos o no, ya eran asunto de los más altos cargos de la Policía Militar, y aunque él estuviera a las puertas de todos esos cargos, el rumor de su relación con la protagonista de las misiones no era pasada por alto, por lo que no podía saber qué ocurría en Stohess y tampoco podía desatender su trabajo en Shiganshina. Le tocaría quedarse con las ganas y seguir echándola de menos. Parecía mentira lo que esas 48 horas habían machacado la cabeza del chico. No podía evitar ser un maldito romántico con todas sus consecuencias. La primera noche intentó ser más fuerte, pero sus sentimientos le hicieron dar un repaso completo a toda la relación que había tenido con ella hasta el momento, aún le costaba ver con claridad qué era lo que había llevado a Annie ser tan distante con él de manera repentina, volver a su silencio y a su apatía. No era por celos, de eso estaba seguro. Annie era la persona menos celosa con la que se había cruzado. Quizá era todo culpa de él, ser tan confianzudo con personas que creía amistosas le había podido jugar malas pasadas. Lo cierto era que desde que la rubia se había ido a cumplir su misión, Sarina había cambiado de personalidad. Era la misma con él, pero mucho más relajada, como si su mente supiera que ya nada ni nadie pudiera interferir. Pero si confirmaba eso para sus adentros, entonces era como confirmar que Annie tenía razón desde el principio y que la chica buscaba algo más con él. El beso había quedado atrás poco a poco, Sarina no había dado ninguna señal de volver a querer cagarla de esa manera. Y era buena amiga desde que lo había aceptado y pedido disculpas, por lo que... ¿por qué tenía que dejar de ser su amigo? ¿O es que acaso aquel pensamiento era... una soberana estupidez? Nada le gustaba menos que le tomaran por tonto o por bueno, especialmente si lo hacía una persona con malas intenciones. Pero no podía juzgarla sólo por el beso... Sarina había sido muy buena chica con él y muy buena amiga. Todas aquellas preguntas y escenarios rondaron su mente la primera noche, llevándole a conciliar el sueño demasiado tarde.


Comedor


Como pronosticó, la segunda noche sin Annie tampoco durmió. Y para colmo esa mañana cambiaban las sábanas de toda la plantilla, por lo que se desprendería también de su olor por completo.

—Espero que esa estupidez no me cambie el humor, parezco un niño de diez años —se replicó a sí mismo en voz baja, avanzando adormilado por los extensos pasillos del cuartel. A pesar de que se había bañado y puesto ropa limpia, las escasas horas de sueño no le habían espabilado. Se notaba lento de pensamiento. Repasó su párpado con los dedos y bostezó, girando hacia el comedor y atravesándolo sin mirar a nadie directamente. Vio por el rabillo del ojo que en las esquinas estaban sus compañeros Jean, Reiner, Boris, Connie, Hitch y Mikasa. Ésta última levantó la mano en el aire sonriente y se acercó a él, aunque fue ralentizando sus pasos al verle el semblante.

—¿Qué pasa...?

—Nada, perdona. No estoy durmiendo bien últimamente.

—¿Quieres hablar? Hace mucho que no hablamos.

Armin paró a su lado, pero los ojos se le fueron a un pequeño grupo de chicas vestidas con el equipo de maniobras que salían para el exterior.

—Mikasa, ¿tú conoces a esa chica de ahí? ¿Has hablado alguna vez con ella?

La morena volteó disimuladamente y fijó sus ojos en Sarina. La reconocía, la chica de la biblioteca. Puso una mueca y volvió a mirar a Armin.

—La conocí en la biblioteca, ¿recuerdas? Le alcancé el libro al que no llegaban.

El devastador silencioWo Geschichten leben. Entdecke jetzt