Un barco hacia la calma

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—Te estoy hablando a ti, Annie.

—Ya te he oído.

El rostro de Annie estaba cabizbajo, medio escondido entre los cortos mechones rubios que caían por los lados. El chico volvió a leer detenidamente la nota. Eran unas líneas que amenazaban directamente a la policía militar.

"Si Armin te quita de la zona de guardia que te dije, le mataremos cuando menos te lo esperes. Podemos camuflarnos bien, sino, ¿de qué nos valdría nuestro título?

Será el último encargo que te haremos. Cúmplelo bien."

—¿Has estado manteniendo contacto con alguna de las mafias que buscamos?

Annie abrió los labios, indecisa. Su silencio prolongado recorrió de rabia el rostro de Armin, que apretó la carta.

—¡CONTÉSTAME! —le gritó.

—Sí. Pero no hago bien diciéndotelo.

—¿Tienes idea de lo grave que es esto...? Fueron... fueron ellos, ¿verdad? Ellos te mandaron asesinar a nuestros objetivos para que no hablaran.

La rubia subió finalmente el rostro, apoyándose cansada en un tronco. Todo el cansancio era mental. Suspiró largamente, pero no contestó. Armin frunció el ceño.

—Esta gente nunca se detendrá. ¿No te has parado a pensar que el último encargo sería el que acabaría con tu vida también? Mandándote a hacer guardia tan lejos del campamento... qué poco inteligente has sido todo este tiempo, Annie... —apretó el papel con más fuerza.

—Alguien tiene que mancharse las manos. ¿Cuál es el problema? ¿Que lo tiene que hacer alguien de la Policía Militar? Quién mejor que yo, dime. Quién mejor. Si no hubieras descubierto esa nota jamás lo habrías notado.

—La cuestión es que has estado a punto de perder tu trabajo y tu posición como embajadora por cuatro rufianes que se ganan la vida extorsionando, violando y asesinando.

—No entiendes nada. Yo he llevado una investigación paralela a la de la policía, por mi cuenta. Hay muchos detalles que se os escapan porque siempre asistimos en manada. Jamás los pillaremos así.

—¿Y si tenías una idea mejor, por qué no me la has dicho antes? ¿Tan poco confiabas en mí?

—Porque tengo sospechas de que alguien cercano sabe lo que hago. Y no puedo cometer la estupidez de decirte algo así si tu vida corre riesgo, Armin —dijo la chica y se deslizó por el tronco hasta sentarse en el suelo, enterrando una mano en su cabello. Suspiró negando con la cabeza. —Alguien va a pasar por aquí cerca, por esta zona. No hoy, pero lo hará mañana temprano. Si está Jean ni siquiera se dará cuenta, ese caballo no vería tres en un burro.

—Annie —se agachó a su lado y la atrapó de los hombros, mirándola fijamente. —No puedes callarte esa clase de información. Por mucho menos, Levi te hubiera despedido también. Si tienes sospecha de alguien, tienes que decirme de quién se trata.

—Mis sospechas son prácticamente infundadas.

—¿Pero...? —la cuestionó, sin dejar de mirarla. Annie negó con la cabeza.

—Es igual. Quiero encargarme yo.

—Así que sigues en esa maldita onda. —Bajó el rostro, suspirando rendido. —¿Sabes lo peor? —La miró desde allí, frunciendo la boca. —Ibas a dejar que rompiésemos. Antepones todo eso a nosotros.

—Antepondré tu vida a... mis ganas de que estés conmigo.

Dijo, e hizo que Armin cambiara su forma de mirarla. Annie no le miraba, no era capaz. Siempre le había dado vergüenza.

El devastador silencioWhere stories live. Discover now