Reconexión

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Tres semanas fueron las que tardó el equipo de Paradis en llegar a las costas asiáticas. Como prometió la familia Azumabito, fueron foco de miradas y reticencias, pero nada impidió que pudieran comenzar una agradable estancia. El primer día sería para descansar y al siguiente empezarían las reuniones. Armin estrenaba puesto como comandante oficial, Levi también había ido como su segundo oficial y capitán actual de la Policía Militar, él jamás subiría de puesto porque no tenía ningún interés en hacerlo. Se limitaba a aconsejar a Armin como lo haría con Erwin, teniendo en cuenta que Armin sólo tenía veinte años. En la embarcación, sin embargo, Levi adjudicó barcos distintos al comandante y a Leonhart a modo de castigo personal, ya había tenido antes la desdicha de ver fornicando sin querer a Hitch y a Reiner en el bosque y quería llevar una travesía lejos de aquellas malditas actitudes poco profesionales en horario de trabajo.


Residencia de invitados


Tras las debidas presentaciones de los Azumabito con el resto de terratenientes y políticos influyentes del país, los eldianos fueron trasladados entre gritos y vítores —y algunas que otras miradas desconfiadas de ciertos sectores— a las montañas de verdes pastos que daban sombra a las instalaciones donde pasarían el resto del mes. Levi no quiso ostentación de ningún tipo y durmió en la misma gigantesca cabaña donde estaban la mayoría de cadetes que les acompañaban. La reina Historia no había podido dejar Paradis, pero sí mandó a un par de secretarios que debían apuntar e informar de todo lo sucedido y eran de su plena confianza. Por su parte, Armin y los capitanes de la tropa estacionaria se quedaron en la residencia más alta de la montaña, justo donde la pendiente allanaba un poco y se podía admirar la enorme extensión de aquellas arboledas en las que estaban. Las especies de flora y fauna con las que se encontraban eran también una novedad.

Bien entrada la noche, después de la insistencia de los propios Azumabito, Levi y Armin decidieron descansar y olvidarse de los tejemanejes políticos, ya bastante habían tenido en la propia travesía. El rubio tenía un día para acomodarse, lavar sus ropajes, descansar y alimentarse como era debido, y le habían dejado las mejores residencias para continuar admirando la belleza lugareña. Armin se dio un baño reparador. Su habitación era la misma que Annie, estaban hospedados en el ala más apartada y también la que contaba con las vistas más hermosas. La arboleda de florecillas blancas en sus copas se perdía ante la vista humana. De madrugada, vieron pequeñas luciérnagas que asolaban las altas hierbas. Armin se descalzó frente al riachuelo y se pasó un largo rato observando las estrellas, preguntándose qué habría opinado Mikasa de aquel lugar; la chica había decidido no ceder al viaje pese a la insistencia de la familia oriental, que deseaban a la Ackerman. También se preguntó qué opinaría Eren y Hange, ambos ya fallecidos. Estiró la mano hacia un curioso mono dorado de muy pequeño tamaño que pasaba por allí, que después de olérsela salió espantado y volvió a colgarse de las ramas. El rubio sonrió dulcemente, pero su mente le trasladó a otros recuerdos y de pronto, sus lacrimales empezaron a humedecerse. Un caminar silencioso le hizo frotarse rápido, le daba vergüenza que le vieran llorar. Ladeó un poco la cabeza y cuando vio de quién se trataba curvó una media sonrisa, sumamente tranquilo. Verla le daba una tranquilidad especial. Annie le miró desde arriba seriamente, percibiendo la humedad retirada de sus ojos.

—Annie, siéntate. ¿No estás cansada?

—Un poco. —Se sostuvo a una roca para dejar caer con cuidado su cuerpo hasta sentarse, al lado del chico. El caudal del arroyo mojaba sus pies, también descalzos. —No me he sentido cansada hasta que he tomado un baño.

—Hueles bien —admitió Armin, manteniendo la sonrisa. Después se abrazó a sus propios brazos y flexionó las rodillas, apoyándose de ese modo. Miró a la lejanía. —Esto es precioso. ¿No notas un olor diferente también aquí, desde que pisamos este lugar?

El devastador silencioWhere stories live. Discover now