╰✯┋Capítulo 21┋

23 2 0
                                    

Lowell caminaba en un intento de despejar su mente, veía el mundo inexplicablemente hermoso, como si fuera un sueño

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Lowell caminaba en un intento de despejar su mente, veía el mundo inexplicablemente hermoso, como si fuera un sueño.

O como si acabara de despertar de él.

Un extraño sentimiento le guiaba a través de las calles hasta perderlo en un recóndito jardín, perfumado con los más embriagantes perfumes. Pero había uno que no pertenecía a las flores y quiso saber quién era la persona detrás de la cortina de rosas.

En cuanto la tuvo enfrente sus ojos se abrieron más de lo normal, y una lágrima estuvo a punto de escapar de sus orbes, acuosos por el sentimiento.

Ella estaba ahí.

Era Charlotte.

Sentada tras las flores de un rosal, quitando las espinas de las rosas rojas que cortaba. Y sus ojos tan verdes como las esmeraldas se posaron sobre el chico.

Era como si viese a través de un cristal, lucía tan hermosa como en sus recuerdos. Se esforzó por retener esa imagen en su memoria, con el esmero de alguien que no desea volver a olvidar. Y no quiso pensar más, solo quedarse y que el tiempo pudiera detenerse, y que ella se detuviese junto con él.

—Charlotte.

—Lowell...

Pero en los ojos de la mujer no se reflejaba la misma ilusión. Ella lo había visto morir y que estuviese vivo debía ser desconcertante. Sus ojos también se pusieron vidriosos y se llevó una mano al pecho, pareció a punto de levantarse y Lowell hizo un ademán con la mano para detenerla y se acercó lentamente.

Charlotte se relajó y en cuanto estuvieron frente a frente, acarició su mejilla, como asegurándose de que era real.

—En verdad eres tú Lowell... pero ¿cómo?

—Han alargado mi vida para inmortalizarme, para que mi alma sea eterna, fui creado para sobrevivir, así que esta vez no pienso dejarte.

—Eres una estigia —susurró en un hilo de voz, dedicándole una triste mirada.

—¿Cómo sabes que...?

—Soy un apóstol —se adelantó a contestar su pregunta.

Los pétalos cayeron ante su mirada y las ilusiones de Lowell se comenzaron a desvanecer. Regresó la mirada a la mujer y una pena profunda y antigua afloró en su interior.

—Podría salvarte si vienes conmigo —dijo Lowell.

—¿Exactamente de qué podrías salvarme?

—¡De la muerte! —alzó la voz y se acercó para sujetar sus manos—. Por favor acepta Charlotte, te amo y no permitiría tener que involucrarte en esta guerra, no podría. No quiero perderte otra vez.

Charlotte le dirigió una triste sonrisa y le separó amable.

—Sigues siendo el mismo chiquillo que en aquel entonces. —Hizo una pausa y le dio la espalda—. Sabes lo que pasará a partir de ahora ¿Cierto?

Donde los ángeles temen pisarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora