╰✯┋Capítulo 35┋

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Cuando abrió los ojos esperaba ver el mismo escenario gris que había cuando perdió la consciencia

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Cuando abrió los ojos esperaba ver el mismo escenario gris que había cuando perdió la consciencia.

Mientras trataba de levantarse, hizo una mueca de dolor. Le dolía todo el cuerpo y la agonía llenó sus sentidos cuando recordó la imagen de lo que había sucedido antes.

Ignorando el dolor se levantó, casi cayendo cuando sus piernas flaquearon, pero una mano le sujetó la cintura. Al levantar el rostro se encontró con la mirada gris de Kain.

—Lamento que Jay haya sido tan rudo. ¿No tendrás miedo o sí? —su voz era tan fría y suave como siempre.

—¿De ti? No me hagas reír —espetó separándose con brusquedad—. Luces más demacrado que la última vez que te vi. Dejémonos de palabrerías ¿Por qué me han traído a este sitio? ¿Qué es lo que desean?

—Solo conversar, pequeño Lawrence.

—Sabes que no aceptaré lo que tengan que proponerme. No perdamos el tiempo.

—El tiempo es lo que nos sobra, quiero decir lo que me sobra, tú eres un humano normal, aunque por suerte nuestro creador está pensando en cambiar eso.

Los ojos de Lawrence se abrieron más, sabía que Caleb tenía una mentalidad retorcida.

Un ruido se escuchó atravesando el umbral y la silueta de Rose se distinguió entre las sombras.

—Odio venir a este sitio —bufó con molestia— siempre es tan... deprimente —de pronto frenó el paso, sorprendida y miró a Lawrence junto a su hermano—. ¿En serio Jay pudo capturarlo?

—Ya sabes que los humanos siempre tienen un punto débil.

—Lástima que fuera Jay quien lo encontrara, ha estado más odioso que nunca —chasqueó la lengua—. En fin, levántate, balanza. Caleb quiere vernos.

Lawrence frunció el ceño y se levantó. Corrió hasta el otro lado y se le arrojó, derribándola.

Se levantó dirigiéndose al mismo lugar por donde Rose había entrado, pero fue apresado por vides de una furiosa Rose.

La chica no dejaba de repetirle que se tranquilizara, pero Lawrence no dejó de forcejear en un vano intento de salir de aquel sitio.

Sus sacudidas se detuvieron en cuanto la lanza de hielo de Kain le atravesó el hombro.

La sangre se deslizó desde su brazo hasta sus dedos y comenzó a escurrir derramándose por el piso. Nunca había visto tal cantidad de sangre salir de su cuerpo.

El látigo impregnado de veneno lo rodeó y fue lo último que distinguió antes de caer nuevamente.

..Ƹ̵̡Ӝ̵̨̄Ʒ..

Su cuerpo yacía sobre el piso, abrió los ojos y poco a poco se adaptó a la poca luz. La escarcha cubría el sitio a tal grado que no era capaz de ver más allá de unos metros, logró ponerse de rodillas y un agudo dolor se hizo presente: una herida atravesaba de su cadera hasta su hombro, cruzando por su pecho y la sucia chaqueta que portaba se continuaba tiñendo de carmín.

Manchones de color rojo florecieron a sus pies, entrecerrando los ojos, se dio cuenta que se trataba de su propia sangre.

Comenzó a tiritar, intentó calentar sus manos con su tibio aliento y se puso de pie. Un sonido a sus espaldas le hizo girar bruscamente y se encontró con Caleb.

El congelado lugar comenzó a arder en llamas y su entumecido cuerpo descansó.

—De nada. Hazme saber si no ha sido suficiente castigo y ordenaré a Kain que continúe.

—Estoy perfectamente, por mí puedes continuar.

—Es una lástima —inclinó la cabeza con arrogancia—. Habría dado por hecho que te arrepentías.

—No me importa los castigos que tengan planeados. Si has detenido la tortura antes de que muriera es por el hecho de que pretendes utilizarme. Supongo que no es muy inteligente dejarme morir cuando me necesitas.

—Te recomiendo que escojas mejor el tono con el que me hablas. No cometas el error de pensar que tendré el mismo trato hacia ti que en el pasado. No puedo asesinarte porque aún me eres útil, pero el momento llegará.

—Ya que lo tienes tan claro ¿por qué no lo apresuras?, no necesitas de la balanza para asesinar a alguien. Eso a no ser que a diferencia de tus estigias te preocupe a dónde vaya a parar tu alma.

—Cuida tus palabras —soltó esta vez perdiendo la compostura— no olvides con quien estás hablando. Ahora apresura el paso, quiero que nos acompañes.

—No lo haré. Sus problemas no me conciernen.

Un escalofrío le recorrió al notar como una sonrisa se ensanchó en el rostro de Caleb.

—Pero por supuesto que lo harás pequeña balanza —dijo y su sonrisa se desvaneció—. Eso a no ser que desees que tenga que ir por el joven Liebheart Me enteré de un secreto... interesante —soltó con burla.

El rostro de Lawrence ensombreció.

—Solo estás jugando —replicó sacudiendo la cabeza —¡Jamás volveré a ayudarles!

—Oh, no, no tienes elección, Jay fue capaz de leer tus pensamientos y se encontró con esa valiosa información. —Caminó hacia él con los ojos brillantes—. Piénsalo, Lawrence, seguro que esta es una buena negociación.

Lawrence apretó la mandíbula, estaba comenzando a temblar.

—Lo haré.

—Me alegra que nos entendamos.

—Adelante, búrlate cuanto quieras.

—Burlarse no es necesario, ni conveniente. Es una lástima que ya no tengas los mismos ideales.

—Mis ideales siguen siendo los mismos: quiero limpiar este impuro mundo, pero esta vez no será para ustedes.

Caleb se detuvo frente al enorme ventanal y quitó el vaho del cristal. Miró fijamente afuera y soltó un largo y cansado suspiro.

—Cada vez que contemplo este mundo, al compararlo con el Edén que su Dios entregó... no puedo pensar en algo más que tormento. Somos más parecidos de lo que crees Lawrence, solo que tú aceptas a los humanos que mancillaron ese paraíso y yo deseo elegir a quienes son dignos.

Lawrence había recuperado un poco su fuerza y comenzó a caminar hacia Caleb, manteniendo la calma a pesar de que no podía negar el deseo de terminar con el padre de las estigias en ese mismo momento.

—¿Qué tienen planeado ahora? —cuestionó sujetando la herida que le atravesaba.

Se detuvo a su lado y cuando miró por la ventana su estómago se revolvió al distinguir a Clear recostada dentro de una jaula de hielo, su rostro expresaba una profunda tristeza.

—¿No es hermoso?

—¿Qué le has hecho? —En el mismo lugar, Lawrence permaneció de pie con las manos apretadas en puños temblorosos mientras el corazón le latía con furia.

—Obsérvalo bien, pequeña balanza: ese es el mismo futuro que te espera.

Sus piernas se rendieron y se deslizó hasta el suelo, cubriendo el rostro con ambas manos, consternado por el rumbo que comenzaban a tomar las cosas.

Donde los ángeles temen pisarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora