000.

5K 137 83
                                    

12 de agosto, 2017.
Bariloche, Argentina.

Daniel, Max, Carlos y Pierre bajaron del coche que habían alquilado durante sus vacaciones al llegar a las puertas del Hotel Resort Llao Llao, en el cual habían decidido pasar su días de receso de verano. Detrás de ellos llegó Charles junto a Giada e Isabel.

— Voy a hacer el check-in, ustedes bajen las valijas. — Max se adelantó ganándose una mala mirada de sus amigos y risas por parte de las mujeres, quienes no tardaron en adentrarse en aquel hermoso lugar junto al neerlandés.

— Oh, mierda, necesito hacer pis. Ya mismo. — se quejó Giada haciendo que Isa ruede sus ojos.

— Te dije que fueras en el aeropuerto... — le recordó la española riendo, provocando que la monegasca sonría con inocencia.

Max solo sonreió divertido ante aquello, Isa a veces actuaba como la madre de Giada y la cuidaba mucho, aunque igual la reprendía.

Había bastante gente esperando a ser atendidos en la recepción de aquel lugar, donde una mujer y un chico hacían los check-in de todos. Las dos mujeres que acompañaban al piloto fueron en búsqueda de un baño dejándolo solo en la espera, y vaya que Max odiaba esperar.

— ¡¿Alguien podría atenderme?! — escuchó Rosario justo cuando entraba al hotel. Observó en dirección a la fila de la recepción, y fácilmente pudo deducir que aquella exclamación provino de un rubio que esperaba a ser atendido puesto a que más de una mirada estaba puesta en él. La chica se acercó a él, quien ya se encontraba discutiendo con una de las empleadas del hotel.

Bueno, más que una discusión era un monólogo del chico mientras Faustina, la gerente, intentaba tranquilizarlo.

— Fausti, ¿cuál es el problema? — Rosario le preguntó. La morocha se volteó a mirar a su jefa y mejor amiga, pese a la sonrisa que intentaba mantener en su rostro se la notaba un tanto desesperada. Y es que Fasutina detestaba los espectáculos y aquel chico sin duda estaba creando uno. — Andá a ayudar a Joaquín y Helena con los check-in, yo me encargo de esto. — la morocha asintió y se despidió con un agradecimiento antes de caminar a la recepción. La mirada de Rosario volvió a caer sobre el rubio, quien la mirada expectante.

— ¿Entonces? ¿Van a atenderme o no? — preguntó en un hermoso inglés con un tono de voz duro, quizás atemorizante si tan solo no fuese Rosario con quien estuviera tratando. La chica estaba más que acostumbrada a los turistas impacientes.

— Supongo que vio la fila que hay delante suyo. — señaló con una de sus manos a los siete turistas que estaban antes del neerlandés.

— ¿Y eso qué? ¿No sabes quién soy? — preguntó con una ceja en alto.

— ¿Debería? — ella lo imitó. A Max le sorprendía un poco el hecho de que alguien a quien recién conocía fuese capaz de desafiarlo ya que tenía una forma de ser un tanto intimidante ante las personas que no conocía, según su psicólogo era un caparazón que creaba para evitar ser lastimado, según él solo era porque le gustaba molestar a la gente.

— Soy corredor de la Formula 1, preciosa. — dijo arrogante.

— ¡No me digas! — Rosario fingió sorpresa, pero no le duró ni dos segundos antes de que su rostro regresara a su estado de seriedad anterior. — Pues mira, a este hotel vinieron desde presidentes hasta deportistas y artistas, ¡el mismísimo Sinatra se hospedó aquí! Y, ¿sabés qué? Todos esperaron su turno en la fila, porque nadie es más que otra persona solo por su profesión. — sonrió de manera falsa antes de voltearse y caminar hacia el despacho de su padre, dejando al neerlandés de pésimo humor y con las palabras en la boca.

IT HAD TO BE YOU • Max Verstappen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora